Y una vez más Mike Leigh me deja anonadada, Vera Drake (Imelda Stauton) encarna un personaje encantador, que emana naturalidad y ternura. ¿Qué importa si para ayudar a alguien necesita infringir la ley? Sólo el sistema legal (ese que juzga actos humanos sin dar valor a lo humano) sólo esos jueces armados por sus peluquines polvosos, y sus togas perfumadas podrían permitirse echarle algo en cara, pero no nosotros, no los espectadores que hemos sido testigos de su bondad innata, de su inocencia exenta de malas intenciones, su rostro me vale como única prueba para no juzgarla, para entenderla, para hacer lo posible por ponerme en sus zapatos y en los de tantas otras mujeres que decide interrumpir el milagro de la vida, porque si solo el hambre llega a la boca del resto de sus hijos, el milagro no se llamaría de esa forma. La imprudencia, la violencia, la falta de información o incluso la frivolidad forman parte de la vida de esas chicas, aquellas que solicitan los servicios de Vera, ella las arropa con su bondad, con sus ganas de ayudarlas, sin haber pensado nunca en obtener ningún beneficio por medio de “sus servicios”. ¿Cómo podríamos condenarlas? Unos pocos instantes de violencia, o de debilidad bastan para que ellas arruinen dos vidas durante mucho tiempo, quizá durante lo que duren esas vidas, Vera dice que no, y sin embargo su secreto le cuesta una crisis familiar, la desconfianza y el rechazo de una sociedad en donde la doble moral esta dispuesta a poner el dedo acusador a la primera provocación. Me ha recordado la frase de mi abuelo en lo referente al tema del aborto: “La mujer es un como templo y sólo ella tiene debería tener derecho a juzgar lo que ocurre con él”. Sobre todo eso, cómo podría un hombre juzgar una situación que no ha vivido siquiera de cerca, una que sólo en otra vida le seria posible encarnar, cómo podría cualquiera juzgar a cualquiera de ellas o a Vera. Yo no.
Sin embargo el mundo se derrumba con su primer error, y el horror y la culpa cubren su vida plagada de inocencia, por suerte vemos personajes íntegros: el amor de su marido( Stan, Phil Davis) la timidez de su hija (Ethel, Alex ke-lly), el agradecimiento de su yerno (Reg, Eddie Marsan) y del hermano de su esposo, incluso la imposibilidad de comprenderla de su hijo (Sid, Daniel Mays) siguen ahí para apoyarla, para hacer frente a esas miradas de la gente superficial como la de su cuñada, para ayudarla a soportar la crisis desatada por el peso de este secreto que al descubrirse le costará su libertad.
Una película humana profunda, una mirada dentro del sistema judicial, un sistema donde todo incluso la redención y la paz están en venta. Pero sobretodo una mirada dentro de nosotros mismos.
Me ha recordado el personaje de cynthia en secretos y mentiras protagonizado por Brenda Blethyn, personajes que han hecho algo socialmente “incorrecto”, que se han equivocado una y otra vez pero que son tan puras en su error, tan transparentes bajo la cámara que nos impiden poder reprocharles algo, pero sí nos invitan a reflexionar y a vernos a nosotros mismos en nuestra “rectitud” tan falsa y frívola. La película es un gozo, un disfrute a pesar de la tristeza del final.

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