lunes, 21 de marzo de 2016

conceptualización del indio

Introducción

El presente trabajo comienza con una descripción de cómo se ha conceptualizado al indio a través del tiempo, desde el periodo colonial hasta la época contemporánea, a través de este cambio en el discurso podemos analizar la transformación social que representa.
El ensayo aborda el indigenismo desde tres periodos fundamentales:
    1ª Etapa: Antecedentes, Siglo XIX.
    2ª Etapa: Bases Del Indigenismo, periodo Cardenista.
    3ª Etapa: El Indigenismo Moderno.
Al inicio, el choque cultural entre civilizaciones resultó tan grande que imposibilitó establecer un verdadero reconocimiento; “Lo español” y “lo indio”  se presentan como antagónicos. Durante el siglo XIX tiene lugar un giro discursivo, lo indígena, se reconoce como un pilar fundamental para el sustento del nacionalismo, se da un mayor reconocimiento del pasado prehispánico, mientras se ensalza al indio muerto pero se intenta criminalizar el “atraso”  en el que permanece el indio vivo.
Durante el periodo postrevolucionario, teniendo su culminación durante el cardenismo, se lleva a cabo un intento por introducir a los pueblos indígenas en el nuevo Estado Nacional, por un lado proponiendo condiciones más justas; proporcionando acceso a la educación y a programas sociales, y por otro, introduciendo un modelo occidental, totalmente vertical, que en parte, destruyó la autonomía de los pueblos, corporativizó a las comunidades y generó una mayor dependencia del exterior.
Por último, abordo el intento del indigenismo moderno por recuperar la cultura indígena, en un modelo que reconoce la validez de lo no occidental, que visibiliza y acompaña las luchas de los “pueblos originarios”, con las diferencias en la génesis de la nación y de la construcción de las etnias, aceptando sus diferencias y proporcionando posibles soluciones desde el marco del respeto (como el reconocimiento de la cosmogonía, cultura, usos y costumbres, lugares sagrados etc. de los pueblos indios) para facilitar la convivencia, sin el prevalecimiento de un modelo cultural sobre otro. 

Conceptualización del indio

El indio, el indígena, ha sido un pilar fundamental en el sustento de nuestra identidad nacional. Incluso aquellos conservadores intelectuales decimonónicos, reconocieron la necesidad de priorizar esta importancia para poder llegar a cierta “homogeneidad” integracionista:
Se refiere al indio como elemento histórico de la formación de México. Aun en aquellos pensadores en quienes se advierte un mayor alejamiento de la conciencia indígena, es fácil encontrar el reconocimiento de que una de las bases de México era su pasado indígena”.[1]
La lengua es un elemento vivo, reflejo de las  transformaciones sociales de una época, por tanto, el concepto de indio no ha estado exento de sufrir grandes transformaciones.
Durante la época colonial, el choque cultural entre civilizaciones fue violento, debido en parte, al sustento de cosmogonías totalmente diferentes. La visión del indio, para los primeros españoles solía  equipararse con las siguientes contraposiciones:
Indios
Niños
Animales/ monos
Cuerpo
Apetito
Mal
Españoles
Adultos
Humanos
Alma
Razón
Bien
Según Todorov, a pesar de que se intentó  representar a estas culturas como modelos antagónicos, también podemos reconocer algunas similitudes entre lo indígena y lo europeo,  por ejemplo, en cuanto a su visión del otro, del extranjero; Todorov menciona que para los aztecas los  términos: nonoualca, tenime y popoloca, se equiparan al concepto de bárbaro derivado del latín, entendido como “el que balbucea, el que no sabe hablar, el mudo”, y que a su vez podía ser  traducido como “el salvaje”, el otro.
En el siglo XIX, se da una recuperación de los elementos prehispánicos como modelos ideales de un pasado glorioso, sin embargo, esto contradice la visión de “los indios vivos” de la época, los cuales se veían como un mal que era necesario erradicar por medio del mestizaje.
Podemos encontrar esto en el discurso de intelectuales de la época: Miguel Alamán definía a los españoles como “gentes de razón” como si los indios carecieran de ella. Francisco Pimentel describe que en el mismo territorio conviven dos pueblos diferentes y hasta cierto punto enemigos, (los mestizos y los indígenas) aborda el “problema” de lo indígena, como la pieza faltante para poder integrar a la nación, y él explica el  problema  desde el factor religioso, pues si los indios siguen siendo paganos es muy difícil integrarlos socialmente.[3]
En el siglo XX, con el creciente proceso de mestizaje, las fronteras raciales y étnicas se fueron diluyendo, dificultando aún más el reconocimiento de “lo indígena”, en lo cual comenzó a tomar relevancia el auto-reconocimiento como tal. Al respecto Luz Olivia Pineda menciona: “El concepto de indio, en buena medida  había llegado a ser el equivalente de campesino; se habla de <indios güeros> para referirse de campesinos que no tenían las características somáticas de los considerados como <indios puros>[4]
Otro término relacionado con este proceso de “homogenización” que, hasta cierto punto, complica aún más la identificación de “lo indígena”, es el concepto de ladino, que ya no implica una connotación racial, pues podemos encontrar a “indios” muy “ladinos”. El término se usaba en el periodo colonial para referirse a un nativo que había adoptado la lengua o las costumbres, y también como denominador de las clases intermedias entre español e indio, así como para definir a todos los no indios:
El termino ladino cuyo significado es hábil o mañoso, se aplicó originalmente a los habitantes de San Cristóbal […] actualmente, los ladinos son más bien mestizos o sea personas que viven de acuerdo a patrones culturales de la sociedad occidental y que se identifican con una cultura nacional”[5]
Sin embargo, cabe destacar, que lo más importante es que hasta hace muy poco tiempo no se reconocía al indígena como actor social, no como sujeto histórico de cambio, sino como objeto víctima de él.
Luis Villoro lo enuncia de la siguiente forma:
            “Lo indígena aparece, ante todo como una realidad siempre elevada y nunca relevante […] consecuencia inmediata de esto, es que el indio se encuentra sometido, en su realidad misma. Juega y se transforma su ser al pasar de mano a mano, Español, criollo y mestizo llaman en sus luchas propias al indígena, pero no esperan su respuesta; lo hacen responder según el tono que cada uno busca.[6]
Además Villoro afirma que lo indígena aparece como alteridad, en la cual, sin embargo, es posible reconocerse. En ocasiones incluso como una realidad que también nos otorga consistencia, una realidad de doble fondo, pues no es objeto puro pero tampoco se reconoce como sujeto histórico con trascendencia reconocida.
En resumen, como lo menciona Leticia Reina:
Lo cierto es que la construcción del ideal de nación siempre ha tenido que enfrentarse a la categoría del indio. El indio muerto que se retoma para alimentar las glorias de la patria, el indio vivo que insistente aparece para mostrarnos lo inacabado de la identidad nacional.[7]

1ª Etapa Antecedentes
La concepción del indio y del mestizo durante el siglo XIX

En el siglo XIX, desde la corriente liberal, el mestizo se convirtió en el referente que simbolizaba una identidad nacional homogénea y también una pretendida homogeneidad racial.
Lo indígena comenzó a identificarse con un pasado glorioso, que nada tenía que ver con el “atraso” y la pobreza en que se encontraban los indígenas de la época. En México, se recupera una construcción de la Historia basada en la grandeza de la dinastía azteca, ya que esto correspondía al modelo establecido de una historia ascendente y lineal. Esta visión fomentó la aparición de un primer indigenismo, cuyo prototipo era Cuauhtémoc, con atributos heroicos por su defensa contra los españoles; sin embargo, esto dejó fuera del reconocimiento a cientos de civilizaciones a lo largo de todo el continente.
Los intelectuales de la época decimonónica identificaban entre los indígenas a tres grandes grupos: civilizados, semicivilizados y salvajes. El primero, predominaba en la meseta central mexicana, y a ellos se dirigió principalmente el proyecto “integracionista”. El cual en realidad no proponía una solución, sino sencillamente que el indígena dejara de serlo, al respecto Francisco Pimentel, intelectual de la época, determina: “debe procurarse […] que los indios olviden sus costumbres y hasta su idioma mismo, si fuere posible. Sólo de ese modo perderán sus preocupaciones y formarán con los blancos una masa homogénea, una nación verdadera”[8]
Por lo tanto para los pensadores de la época, la solución al problema indígena, era la desaparición de estos grupos, no por medio del genocidio y la persecución racial como se dio en otros países de América Latina, por ejemplo Brasil, sino por medio de una especie de genocidio cultural que llevaría a la erradicación de su cultura y sus costumbres. 
El mestizaje se vio pues, como la respuesta ante el “atraso” y como la única vía para llevar a la homogeneidad nacional, como “motor de la evolución”. En este sentido se dio un giro discursivo de la imagen inicial del mestizo como representante de aquel racialmente “corrompido”, al del mestizo como modelo del mexicano por antonomasia.
Actualmente, el Mestizaje se reconoce en general como un proceso, como una fusión cultural antes que biológica. Sin embargo Mestizo es usado aún para referirse a una mezcla sanguínea o biológica.
Resulta interesante reconocer que la corona española llamó “sociedad de castas” a este proceso, que en un inicio fue fuertemente estigmatizado; así como el intento de separación en dos repúblicas totalmente diferenciadas (de indios y de españoles) que no debían mezclarse entre sí.
A pesar de la estigmatización inicial, las reformas borbónicas repercutieron en este proceso de mestizaje (tanto en el biológico como en el cultural) y lo incrementaron, debido a las nuevas interacciones comerciales y de colonización de nuevas zonas.
En este sentido Ligia Bolaños distingue tres periodos:
·         1502- 1570: Proceso de conquista con mestizaje inevitable.
·         1570-1750: “Amenaza del ladino” las mezclas culturales y raciales continúan en aumento aunque son socialmente estigmatizadas.
·         1750-1840: Auge económico, legitimidad y predominio del mestizo y/o del ladino.[9]
A partir de 1750, tras tres siglos de marginación, estos grupos comienzan a tener una mayor participación social. En el siglo XVIII el proceso de mestizaje lleva a una sociedad reconocida como  mayoritariamente mixta. Los fenotipos raciales cobraron importancia en este periodo, en el que  se trató de invisibilizar al elemento indígena, el cual,  sólo se retomaba como  modelo ideal de cultura nacional.
En el siglo XIX la población mestiza ya ascendía a un 50%. En esta época jugó un papel importante el darwinismo social en el que predominaba la tesis de que la raza blanca era “superior”; en general se dio un intento por “blanquear” la raza, lo cual era también sinónimo de mejorarla.
El prejuicio de pensar al indio como inferior, como lo mencioné anteriormente, venía desde siglos atrás, al respecto Todorov añade: “Se postula de entrada que los indios son inferiores, pues los españoles deciden las reglas del juego. Se podría decir que la superioridad de quienes enuncian el requerimiento, ya está contenido en el hecho de que ellos son los que hablan, mientras que los indios escuchan.[10] 
Fue durante el siglo XIX, donde este proceso de “identidad” llegó a su punto álgido. En 1850 durante la reforma y bajo la figura de Benito Juárez, inicia la “historia nacional”. Según Brading la historia de México como nación empieza con un mito, el de los aztecas “usurpadores” que buscaban legitimar su derecho a la autoridad. Pero “sólo el mito puede imponerse al mito”, por esto la virgen de Guadalupe (una virgen mestiza que se aparece a un “indio”) tuvo un rol tan importante en el proceso de independencia, pues representó el ícono más importante de este movimiento.
En el siglo XIX y XX, este proceso se acrecentó, se implementó el mestizaje como una doctrina identitaria de nación, como una herramienta discursiva para homogeneizar y eliminar divisiones raciales y étnicas. En México, esto fue reforzado por el incipiente indigenismo y por medio de teorías como la de Manuel Gamio, de “forjar patria”  basándose en principios raciales. Este culto colocaba al mestizo como el “ideal racial”. En este sentido también la figura del “indohispano” se convirtió en un símbolo contra el imperialismo.[11]
Intelectuales de la época como: Francisco Pimentel, Justo Sierra, Molina Enríquez y Francisco Bulnes[12] mencionan que la unidad de razas servía para afianzar el proyecto de país y consolidar un proceso civilizatorio, pues creían que éste, sólo podía ser reforzado por el pensamiento liberal: anticlerical, igualitario y progresista, por eso en sus inicios el surgimiento del indigenismo como proyecto “integracionista” (aunque poco tenía de esa palabra) estuvo ligado al pensamiento liberal.
En la ideología decimonónica se identificaban a tres razas: criolla, mestiza e indígena, resulta evidente como se excluye e invisibiliza a la parte negra. Soto Quirós afirma al respecto: “En general, este proceso implicó una retórica de invisibilización y de exclusión de los indígenas y de los afrodescendientes, pero también el rechazo hacía las minorías de inmigrantes como los afrocaribeños, chinos y de origen árabe[13].
Durante este periodo se intentó dotar  al mestizo de características físicas relacionadas con la moral y el carácter, creando clichés positivos sustentados discursivamente y por medio de la eugenesia, por ejemplo, se intentó establecer que: “México era el hombre mestizo”[14], esto culmina en el siguiente periodo que abordaré con el mito vasconceliano de “la raza cósmica”. En el siglo XIX se pretendió que México se representaba, de forma exclusiva, por  el hombre mestizo; borrando así y dejando fuera, a todas las culturas “originarias”.
2ª Etapa:
Bases del indigenismo, Periodo Cardenista.

El indigenismo como proyecto, se consolidó a partir del triunfo de la revolución mexicana, y se acrecentó especialmente, su aplicación durante el cardenismo, a este periodo también se le conoce como Indigenismo Preinstitucional[15].  El periodo postrevolucionario tuvo una importancia decisiva en la conformación del nuevo Estado Mexicano, pues se dio un cambio radical en la política educativa y cultural; se creó la Secretaría de Educación  Pública y José Vasconcelos fue puesto al frente de la Secretaría, se hicieron reformas decisivas como la promoción de una escuela laica y pública. Se promovió la cultura como instrumento de la unidad nacional y surgió la figura del mestizo como la “raza cósmica”, la “Raza de bronce” o la figura ideal de “lo mexicano”, que políticamente representaba a la incipiente clase media y resultaba un “símbolo de la unidad del pueblo[16]
Se trató de crear lazos distintos entre los nuevos promotores culturales y la comunidad, se promovió un “indigenismo” con base en la aculturación del indio. El indigenismo cobró tal importancia, que esto se manifestó también en el  mundo artístico, algunos de los muralistas de esta época, aún se siguen contando entre los más destacados pintores de la historia nacional, entre ellos podemos citar a: David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera y a Frida Kahlo, todos ellos tienen en común el retomar al indígena como modelo ideal dentro de su pintura y el haber representado a las culturas prehispánicas como parte de un pasado glorioso que se contraponía a lo vivido desde la llegada de los españoles.
En 1934, cuando el presidente Cárdenas tomó posesión, se fundó el Departamento  de Asuntos Indígenas. Según Dolores París [17](el DAI, pretendía controlar en el estado a grupos locales poco afines a la política de Cárdenas, por otro lado, en este mismo periodo, se formó en Chiapas el  Departamento de Acción Social, Cultura y Protección Indígena (DASCPI) durante el periodo de Efraín Gutiérrez (1934-1940), el cual pretendía la apertura de las estructuras locales de poder, con la incorporación de nuevos actores indígenas y mestizos.
Durante este periodo “los pueblos indios fueron considerados como destinatarios y no como coparticipes de las políticas indigenistas”.[18] Según varios autores como la propia Dolores Paris, Rus, Collier, Benjamin y Lewis, esta implementación fue una estrategia del gobierno federal para cooptar a los pueblos indios, y para corporativizar sobretodo a los tsotsiles y tseltales de la zona a favor del partido oficial. [19]
Por su parte Albores Zarate considera que en realidad:
La acción indigenista está enmascarada dentro del movimiento ideológico nacionalista y populista mexicano. Lo ideológico de este movimiento consiste en que, justifica los intereses de la clase en el poder, al decir que las acciones y fines para lograr la industrialización del país y la proletarización del campesinado, indígena o no, se hace para beneficiar a estos, para elevar su estándar de vida, cuando de lo que realmente se trata es de hacer más productiva la explotación[20]
En 1940 se llevó a cabo el Primer Congreso Indigenista Interamericano, celebrado en Patzcuaro, Michoacán, con el reconocimiento a uno de los iniciadores principales del indigenismo: el antropólogo Manuel Gamio, el cual en su libro Forjando patria sentó importantes bases discursivas acerca de un Estado ideal en el que prevaleciera la justicia y la inclusión, al respecto, Alfonso Caso Andrade, afirma:
“Como actitud, el indigenismo consiste en sostener, desde el punto de vista de la justicia y de la conveniencia del país, la necesidad de la protección de las comunidades indígenas para colocarlas en un plano de igualdad, con relación a las otras comunidades mestizas que forman la masa de la población de la republica”[21]
En 1948 se creó el Instituto Indigenista Interamericano y el Instituto Nacional Indigenista (INI) en México. El indigenismo de la época reconocía que las diferencias sociales entre grupos étnicos, se sustentaban en elementos culturales y posteriormente económicos, pero no raciales. Especialmente en la cosmovisión del mundo indígena y en que algunos grupos como los Mayos y los Yaquis no reconocían la existencia del estado mexicano como instancia superior a su organización social.
Albores Zárate, acerca de la culminación del indigenismo institucionalizado que se implementó en el estado, menciona:
El centro coordinador tzeltal-tzotzil del I.N.I representó el primer proyecto de acción integral, cuyo planteamiento tuvo lugar en 1951, cuando el Instituto Nacional Indigenista (creado por decreto presidencial a fines de 1948) lleva a cabo su primer programa de desarrollo de la comunidad en el estado de Chiapas. Es a Aguirre Beltrán, a quien el consejo del INI, encarga fundar y estructurar el centro coordinador indigenista de esta región”.[22]
 El objetivo de esta institución era principalmente mejorar el estándar de vida de la población indígena y “modernizarla”,  por medio de diversas actividades: agropecuarias, educativas, sanitarias etc. evitando así, las tensiones interétnicas que impedían que se desarrollara un proceso de mestizaje y que por ende, no permitirían llevar a la integración del país en una gran comunidad “homogénea”.
Fue entonces cuando el Centro Coordinador vino a sustituir al Departamento de Asuntos Indígenas, que funcionaba en la cuidad de San Cristóbal de Las Casas desde 1936, fecha en que fue fundado con la finalidad de “integrar” al indio, al nuevo proyecto de nación mexicana, por medio de la creación de ejidos,  restitución de tierras y la implementación de la educación popular por medio de las brigadas culturales.
El INI también tenía una meta integracionista cuya influencia principal fue Aguirre Beltrán, con los aportes de Manuel Gamio, Mendizábal, y De la Fuente. La teoría desarrollada por Beltrán en la que se sustenta la acción del INI, se basa en un enfoque “regional-dualista” y difusionista, o por “regiones interculturales” aisladas del contexto nacional,  que Aguirre explica de acuerdo al “esquema metrópoli- satélite”.
Podemos observar pues en la aplicación de la teoría indigenista una contradicción, el modelo ideal pretendía implementar condiciones más justas para todos los mexicanos pero en su aplicación el proyecto “integracionista” demuestra haber sido sumamente sectario desde su génesis. En este sentido, Villoro afirma: “La solución consiste simple y sencillamente en que el indígena… deje de ser indígena: o, en otras palabras, que no hay solución para el indígena[23]
Quizá el principal interés que subyacía, era que la población “nativa” también debía abandonar sus sistemas de propiedad comunal e ingresar al de propiedad privada. Además subyacía el temor ante el peligro que representaba su instrucción pues se creía que el alumno pudiera resultar demasiado “aprovechado y con malas intenciones”.
Detrás de la política “integracionista” de los años 30´s y 40´s podemos encontrar la frase: ¿Matar o morir? esta misma disyuntiva tuvo lugar en la mayoría de países latinoamericanos, algunos de ellos, como Brasil y Argentina vieron como “solución” el exterminio, otros, como en el caso de México escogieron la transformación por medio del mestizaje. Desde el siglo XIX, Francisco Pimentel, reconoce que esa es la mejor salida: “afortunadamente hay un medio con el cual no se destruye una raza sino que sólo se modifica, y ese medio es la transformación” [24]
Un siglo después, comprobamos que la implementación de la política “integracionista” no tuvo mucho de esa palabra tampoco en sus orígenes, más bien, podríamos decir que hubo un intento por llevar a cabo un genocidio cultural, intentando acabar con la cultura y las costumbres, pretendiendo eliminar al indígena como elemento “diferente”, queriendo castellanizarlo, occidentalizarlo. A decir de Villoro: “liberar al indio supone aquí convertirlo en un elemento capaz de ser aprovechado por el mestizo”.[25]
Sin embargo, en esta transformación jugó un gran papel la educación, en especial la enseñanza de la Historia, pues fue usada como un instrumento para concientizar al indio de su pertenencia a la nación mexicana. En el estado, las nuevas políticas educativas produjeron efectos positivos en cuanto a la dispersión del poder local, que había permanecido durante siglos en las mismas manos, y que gracias a la introducción de nuevos actores culturales permitió la incorporación de nuevos elementos: indígenas y mestizos.
Por otro lado, esto representó una nueva opresión para las comunidades, que esta vez venía desde dentro, pues los llamados promotores y luego caciques culturales, consolidaron un sistema jerárquico, que legitimaba una estructura totalmente horizontal y que poca tenía de justa e “integradora”.
La teoría cultural norteamericana, introducida por antropólogos en la década de los cuarenta también influyó decisivamente en la implantación del indigenismo, estos estudios antropológicos se llevaron a cabo principalmente en el sureste del país, en específico en Yucatán y Chiapas. El primer estudio de campo efectuado en el estado fue patrocinado por la Universidad de Chicago e inició en 1942, como lo menciona Albores Zárate esto coadyuvó a tener una visión aún más alejada de la realidad, que no contemplaba los problemas reales, que incluso se acrecentaban por medio de estas nuevas introducciones e intrusiones en los roles comunitarios: “Los indios del altiplano de Chiapas y los estudios que nos han mostrado una imagen de ellos, aunque no irreal, sí distorsionada” [26]

3ª Etapa:
El indigenismo Moderno

La tercera etapa, llamada indigenismo moderno, comienza según algunos autores cuando culmina el periodo de López Portillo  en 1982, cuando la situación crítica en que se queda el país, tras la caída del peso mexicano, reflejaba una enorme inestabilidad en todos los ámbitos. Miguel de la Madrid decide acercarse al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional como “salida” ante la crisis, esto marca la definitiva entrada del país al neoliberalismo. Esto permitió que desde el discurso indigenista oficial se legitimara y reforzara una verdadera política de saqueo de las comunidades indígenas.
A partir de este momento se da un cambio en la aplicación del  indigenismo, el cual se convierte cada vez más en un mero discurso oficial, hasta llegar a “lo que representa el proyecto indigenista en su forma más pura: el Plan Puebla-Panamá (PPP)”[27] este discurso asistencialista, se sustenta especialmente con la propuesta generada desde 1992, por medio de Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL).
 En julio de 2003, más de medio siglo después de su creación, desaparece el INI y se crea la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), sin embargo, fuera de esta alteración de siglas, no se observan cambios a partir de esa fecha, en la implementación de nuevas políticas que rompieran con el paternalismo y el asistencialismo de los años anteriores.
A pesar de ello, hubo intentos por establecer cambios reales en la implementación de la política, Bonfil Batalla describe ese intento de la siguiente forma: “La actual política indigenista no es más <para> el indio sino <con> los indios”[28]. “Dentro de este grupo que proponía otro tipo de indigenismo, el de la participación y transferencia de funciones a los indígenas estarían también Salomón Nahmad y Arturo Warman.”[29]
Este, no sólo se sustenta en bases teóricas, sino también busca establecer una parte práctica, especialmente en las disciplinas artísticas: pintura, música, arquitectura y escultura. También  se relaciona con el concepto de indianismo, el cual, recupera la visión de lo indígena ligado con lo ancestral y con las fuerzas de la naturaleza.
Tras la caída del indigenismo institucional, podemos hablar del nacimiento de un neoindigenismo[30].  El cual, reconoce las diferencias en la génesis de las etnias y la nación:Las etnias son los pueblos originarios y la nación es una comunidad inventada por el nacionalismo decimonónico, por lo tanto, no hay una continuidad entre ambas nociones[31].”
Darcy Ribeiro, antropólogo Brasileño abunda al respecto, al considerar que “la problemática de la identidad étnica es en un primer plano un problema político[32], este cambio de relación de las comunidades indígenas con el Estado, es un parteaguas para la afirmación de los Estados modernos, al reconocer en su totalidad a las sociedades pluriétnicas o multinacionales como ocurre en el caso de Bolivia y como ocurrió en gran medida en Chiapas y en México, desde el primero de enero de 1994, momento en el que a partir de la Revolución Zapatista, grupos indígenas comenzaron a formar por primera vez desde dentro, su propio indigenismo, por primera vez desde la posibilidad de autonombrarse. 

Consideraciones finales

Luis Villoro reconoce tres grandes momentos del indigenismo, el primero, durante el periodo de conquista en que se registra la condena y destrucción del mundo precortesiano. Sin embargo, lo indígena aún pervive y es a la vez visto como algo cercano y negativo.
 En un segundo momento lo indígena se aleja sin remedio, su historia se reduce a un pasado lejano pero positivo, se ensalza la gloria del pasado, la época gloriosa del indio muerto.
 En una tercer etapa ya no queda la sombra de la primera condena, su misma positividad invita a que se de un acercamiento cultural, en resumen: “el tercer momento muestra a lo indio como cercano y positivo; constituye, pues, la síntesis de los dos momentos anteriores”[33]
Este momento en que la construcción de un nuevo indigenismo surge por primera vez desde los actores históricos y no desde fuera, permite nuevas formas de auto-reconocimiento y nuevas posibilidades para autonombrarse, ofrece la posibilidad de realizar estudios integrales con una perspectiva diferente y también nos obliga a reconocer el abandono por parte del gobierno de las obligaciones antiguamente formuladas, esto se explica al percibir que el propio sistema neoliberal imposibilita el desarrollo de cualquier proyecto que busque la equidad y la justicia, tal como propuso ( al menos como modelo ideal) el indigenismo desde sus orígenes.
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[1] CASO, Alfonso, Silvio Zavala, José Miranda y Moisés González Navarro, “conclusiones” en La política indigenista en México. Métodos y resultados. SEP INI, 1981 (3ª Edición) México pp. 306
[2] Idea retomada de “La conquista de América, el problema del otro
[3] CASO, Alfonso, Silvio Zavala, José Miranda y Moisés González Navarro, La política indigenista en México. Métodos y resultados. SEP INI, 1981 (3ª Edición) México pp. 302
[4] PINEDA, Luz Olivia, “Maestros Bilingües, burocracia y poder Político  en los altos de Chiapas en “Chiapas los rumbos de otra historia, Juan Pedro Viqueira y  Mario Humberto Ruz (Editores) UNAM, CIESAS,   México, 2004 P.308.
[5] Ibíd. p.283
[6] VILLORO, Luis, “Precursores del indigenismo actual” en Los  grandes momentos del indigenismo en México, CFE, COLMEX, COLEGIO NACIONAL, 1998, (2ª reimpresión), México, p. 295.
[7] REINA, Leticia. Indio, campesino y nación en el siglo XX mexicano. Historia e historiografía de los movimientos rurales. México: Siglo XXI, 2011. p. 22

[8] (Pimentel, 1864:226) encontrado en VILLORO, Luis, “Precursores del indigenismo actual” en Los  grandes momentos del indigenismo en México, CFE, COLMEX, COLEGIO NACIONAL, 1998, (2ª reimpresión), México, pp. 220.
[9] Encontrado en Jiménez Marce, Rogelio, “La construcción de las ideas sobre la raza en algunos pensadores Mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX”, en Secuencia, vol. 59, Instituto Mora, México, 2004, p. 78. (PDF) 
[10] TODOROV, Tzvetan. La conquista el problema del otro. 1ª edición en francés 1982, decimocuarta reedición 2005, Siglo XXI editores S.A de C.V. México

[11] SOTO-QUIRÓS, Roland, “Reflexiones sobre el mestizaje y la identidad nacional en Centroamérica: de la colonia a las Repúblicas liberales”, Boletín núm. 25 de la AFEHC. [Mestizaje, Raza y Nación en Centroamérica: identidades tras conceptos, 1524-1950”], Octubre, 2006. pp.  23
[12] Analizados por Jiménez Marce, Rogelio, “La construcción de las ideas sobre la raza en algunos pensadores Mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX”, en Secuencia, vol. 59, Instituto Mora, México, 2004, pp. 73-100. (PDF) 
[13] Ibíd. p. 27
[14] Jiménez Marce, Rogelio, “La construcción de las ideas sobre la raza en algunos pensadores Mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX”, en Secuencia, vol. 59, Instituto Mora, México, 2004, pp. 73-100. (PDF) 
[15] KORSBAEK Leif y Sámano Rentería Miguel Ángel, El indigenismo en México antecedentes y actualidad en Ra Ximhai, Revista de sociedad, cultura y desarrollo, Universidad Autónoma Indígena de México, enero-abril, vol. 3, número 1, Sinaloa, 2007 p. 198(PDF)
[16] HERNANDEZ, Chávez, Alicia, México una breve historia. Del mundo indígena al siglo XX, editorial FCE, México, 2002 p. 360.
[17] PARÍS, Pombo, María Dolores, El indigenismo cardenista y la renovación de la clase política chiapaneca (1936- 1940), Revista Pueblos y Fronteras Digital UNAM,  Número 0003, México,  pp. 1-32 (PDF)
[18] Ibíd,  p. 3 (PDF)
[19] Ibid. P. 5
[20]ALBORES, Zarate, Beatriz Andrea “Bases regionales de la política indigenista” en El funcionamiento de la etnografía tzeltal- tzotzil, UNACH, 1978, Chiapas, México. p. 149
[21] CASO, Alfonso. INI 30 AÑOS DESPUES. Revisión Crítica. Número especial de aniversario. INI 1978, Diciembre, México D. F  pp. 79
[22]  ALBORES, Zarate, Beatriz Andrea “Bases regionales de la política indigenista” en El funcionamiento de la etnografía tzeltal- tzotzil, UNACH, 1978, Chiapas, México. pp. 141-156. pp. 141
[23] VILLORO, Luis, “Precursores del indigenismo actual” en Los  grandes momentos del indigenismo en México, CFE, COLMEX, COLEGIO NACIONAL, 1998, (2ª reimpresión), México, pp. 209-296.
[24] (Pimentel, 1864:226) encontrado en Ibíd. p. 220.
[25]Ibíd. p. 222.
[26]ALBORES, Zarate, Beatriz Andrea “Bases regionales de la política indigenista” en El funcionamiento de la etnografía tzeltal- tzotzil, UNACH, 1978, Chiapas, México. pp. 141-156. pp. 156
[27] KORSBAEK Leif y Sámano Rentería Miguel Ángel, El indigenismo en México antecedentes y actualidad en Ra Ximhai, Revista de sociedad, cultura y desarrollo, Universidad Autónoma Indígena de México, enero-abril, vol. 3, número 1, Sinaloa, 2007 pp. 195-294, (PDF)
[28] BONFIL Batalla, Guillermo. INI 30 AÑOS DESPUES. Revisión Crítica. Número especial de aniversario. INI 1978, Diciembre, México D. F   pp. 79
[29] REINA, Leticia. Indio, campesino y nación en el siglo XX mexicano. Historia e historiografía de los movimientos rurales. México: Siglo XXI, 2011. p. 36.
[30] KORSBAEK Leif y Sámano Rentería Miguel Ángel, El indigenismo en México antecedentes y actualidad en Ra Ximhai, Revista de sociedad, cultura y desarrollo, Universidad Autónoma Indígena de México, enero-abril, vol. 3, número 1, Sinaloa, 2007 pp. 195-294, (PDF)
[31] REINA, Leticia. Indio, campesino y nación en el siglo XX mexicano. Historia e historiografía de los movimientos rurales. México: Siglo XXI, 2011. p. 36.
[32] KORSBAEK Leif y Sámano Rentería Miguel Ángel, El indigenismo en México antecedentes y actualidad en Ra Ximhai, Revista de sociedad, cultura y desarrollo, Universidad Autónoma Indígena de México, enero-abril, vol. 3, número 1, Sinaloa, 2007 p. 214
[33]VILLORO, Luis, “Precursores del indigenismo actual” en Los  grandes momentos del indigenismo en México, CFE, COLMEX, COLEGIO NACIONAL, 1998, (2ª reimpresión), México, pp. 286.

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