Introducción
₪ Justificación
“La religión es
el opio del pueblo” dice la frase atribuida al filósofo Karl Marx, misma que
podemos inferir de acuerdo al contenido del
volumen uno de El capital (único volumen
no escrito en coautoría con Engels) donde critica las estructuras que sustentan
el sistema económico.
La religión, igual que demás instituciones sociales y
culturales, representa uno de los dos tipos de enajenación posibles: la
ideológica. La otra es la económica y se encuentra basada en la plusvalía.
Aunque la crítica de Marx, no es un ataque frontal a la religión y su análisis
se basa más en la enajenación económica, sí la critica como parte del aparato
represor del estado y por tanto: enajenante.
Día a día, escucho repetidamente la frase: “si Dios
quiere”, es una muletilla propia de la región ¿pero más allá de eso representa
algo? Realmente parece que en el
imaginario colectivo, existiera un destino determinado
que nos conduce por la vida.
Actuamos como individuos débiles, incapaces de
encararnos con nuestros miedos, culpas, responsabilidades, con los resultados
de nuestras decisiones diarias. Este acobardamiento es, según Nietzsche,
producto de nuestra moral cristiana.
La vida es el camino que se construye y como dice Jean
Paul Sartre (heredero del pensamiento Nietzscheano al considerar al hombre como
único dueño de sí mismo) no hay libertad sin responsabilidad: “Elegir ser esto o aquello, es afirmar al
mismo tiempo el valor de lo que elegimos… así soy responsable por mí mismo y
por todos, y creo una cierta imagen del hombre que yo elijo; eligiéndome, elijo
al hombre” (Sartre, 1945: 35)
La libertad de decidir lo mejor o lo peor para mí
mismo y para todos, se vuelve entonces un pesado fardo que cargamos en nuestras
espaldas, ascendemos con nuestra voluntad a cuestas como Sísifo,[1] sólo
para descender una vez más.
Mi abuelo dice refiriéndose al aborto: “el cuerpo de
la mujer es un templo y sólo ella, debería decidir que hacer con él”, pero esta
no es la realidad en la que vivo, se protege la “vida” frente a la libertad, tal hecho se califica, valora y critica. Mi abuela aún vivió, durante la mayor
parte de su vida, los tiempos en que las misas se daban en latín, creció
sabiendo que las mujeres no pueden pararse cerca de un altar, porque representan
el mismo pecado que las tiñe de sangre
cada mes. En mi ciudad he visto mantas pegadas afuera de las iglesia diciendo: “Ya
somos x, únete di no al aborto”, me
tocó vivir la “eliminación” del purgatorio, la declaración de Juan Pablo II de
que el infierno era blanco, la “promoción” de considerar el aborto como pecado
venial en el confesionario, durante la visita de Ratzinger a España, esta es sólo
la parte que he vivido y que me atañe de manera más directa, sin mencionar nada
de la historia de una institución cimentada en oro y sangre.
Por mi presente y
mi carga histórica[2], porque
reivindico mi cuerpo como primer territorio, porque comparto la postura de
Vallejo en “La puta de Babilonia”[3], que
aunque obra literaria, reconoce a la
ramera que come de la mesa de los reyes (o políticos corruptos). Para mí la crítica y el alejamiento de la iglesia
como institución económica, social, cultural y moralizante representa la única postura congruente.
Por esto reivindico a Nietzsche como parte de una
corriente de pensamiento con la que me identifico. Su lectura obliga a romper con
estructuras supuestas: moral, castidad,
caridad, compasión, temor de Dios y a nombrarlas
como “antinaturales”. En toda su obra propone una “revalorización de todos los valores”, manifiesta que en todos los
ámbitos del pensamiento tenemos una visión invertida, pues ¿hay algo más amoral
que la moral? esa que impone, oculta, miente, castiga, señala, vigila,
castra.
Nietzsche nos hace ver a un Dios tan imperfecto como
el reflejo de nuestra creación humana, pues “el hombre creó a dios a su imagen y semejanza”, el Dios vengativo y
dogmático que construimos, nos “obliga” a resignarnos y esperar, a pensar en utopías
para nuestra otra vida.
El autor es parte de una etapa de ruptura, gestora del anticlericalismo,
el nihilismo y la visión crítica del papel ideológico de las religiones,
destacan contemporáneos suyos, por ejemplo: Karl Marx (1818- 1883) o Bakunin
(1814-1876) y otros menos conocidos como Strauss, Bauer, Renan y
Burckhardt. El pensamiento Nietzscheano es la síntesis que reúne y perfecciona
este proceso.
En resumen considero (como el autor), que la religión
ha sido y aún es, uno de los grandes males del mundo, es el “soma” que la humanidad y el individuo
arrastra, por eso elegí este texto para mi análisis.
₪ Biografía del
autor:
Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844- 1900) nació en
Rocken, Sajonia, en 1844. Su padre era un pastor evangélico. Tuvo dos hermanos,
Elisabeth (1846) y Joseph (1850), quien vivió sólo durante dos años. Su padre
murió el 27 de
julio de 1849 tras un “reblandecimiento cerebral”, también él sufría de
terribles dolores de cabeza. Tras el deceso, su familia se trasladó a Nauburg,
donde vivió durante cinco años.
Posteriormente estudió en el internado de Pforta,
donde recibió sus primeros conocimientos sobre la antigüedad. Estudió Filología
clásica en las universidades de Bonn y Leipzing. Cuando tenía 25 años fue
nombrado catedrático en la universidad de Basilea, su actividad como docente se
vio interrumpida por la guerra franco-alemana, conflicto de gran trascendencia
que dio como resultado la conformación de Alemania en estado- nación.
En ella, participó como enfermero, no combatió de
forma activa, debido a su deteriorado estado de salud, sufría migrañas
continuas y era miope, además se vio obligado a regresar a causa de una
disentería y nunca llegó a restablecerse por completo.
En 1876 pidió permiso durante un año por enfermedad en
la universidad y poco después su jubilación, tras la cual continuaron pagándole
una pensión por el resto de su vida.
Joseph Breuer, el célebre neurofisiólogo protector de
Freud, atendió su compleja enfermedad, descrita como migraña persistente y una
fuerte personalidad de tendencia suicida, además de varios síntomas. El
diagnóstico más difundido fue el de sífilis terciaria, lo que le ocasionó una
parálisis general progresiva. En 1889, a sus cuarenta y cinco años sufrió una
parálisis cerebral.
Tras varios periodos de decadencia, definitivamente
perdió la razón y regresó a vivir con su
madre y su hermana, donde pasó sus
últimos doce años. Murió a los sesenta y seis años, en 1900, en Weimar.
Es llamado fundador del irracionalismo moderno, del
vitalismo y considerado parte de la escuela de la sospecha, (término acuñado
por el filósofo Paul Ricoeurd) junto con Freud y Marx. Ricoeurd en su libro Freud: una interpretación
de la cultura (1965) explica que los tres, consideran la conciencia como
falsa, por esta visión crítica de su forma de entender el mundo, los denomina
de esta forma.
Su filosofía distingue tres periodos principales:
El primero hasta 1877, más enfocado a la
antigüedad clásica, es representado por El nacimiento
de la tragedia desde el espíritu de la música, el segundo (1878-1880) más
enfocado al arte y la metafísica y retomando el positivismo naturalista
ilustrado, sin caer en el culto al progreso, cuya obra central sería: Humano, demasiado humano. Y el tercero
acerca de la transvaloración de los valores, que arranca desde 1882 con la
publicación de Así hablaba Zaratustra
e incluye, El crepúsculo de los ídolos y El
anticristo.
₪ Periodo y
localización geográfica de la obra:
El
crepúsculo de los ídolos o Cómo se
filosofa a martillazos es una obra filosófica, que fue escrita durante el
verano de 1888, mientras el autor se encontraba en Italia y Francia. Durante su
estancia visitó Venecia, Turín y Niza. Nietzsche renunció a la nacionalidad
alemana y pasó la mayor parte de su vida viajando a Francia, Suiza e Italia,
recorriendo las orillas del Rin. Durante estos viajes escribió la obra.
Este fue un periodo de abundante creación para él. Durante
ese último año, antes de que perdiera la razón, publicó seis obras: El caso Wagner, Crepúsculo de los ídolos, El
anticristo, Ecce Homo, Ditirambos de Dionisio y Nietzsche contra Wagner.
Entonces tenía 43 años. El título inicial de esta obra
era “ociosidad de un filósofo” y era un “compendio” de su filosofía, o como
diría él, sus: heterodoxias filosóficas
esenciales. Tras el cambio de título el texto fue publicado y el 25 de noviembre
de 1888 Nietzsche lo tuvo entre sus manos, este fue el último de sus escritos
que recibió mientras aún estaba lúcido. Se trata de una de sus mejores obras, porque
es una de las más completas y brillantes. “se
distingue por ser la obra de madurez de quien ha alcanzado la claridad sobre sí
mismo. Debió escribirla con el presentimiento de que el tiempo se acaba, ya que
para él, en efecto, estaba a punto de caer la noche”. (Corcuera, 1997:92)
El 30 de septiembre de 1888, en Turín, es la fecha en
que el autor firma y concluye el manuscrito.
Desarrollo
₪ Análisis geográfico:
Nietzsche nació en 1844 en Röcken (donde también está
enterrado), un pequeña población que se encuentra en Sajonia, tan pequeña que
en el censo de 2007 se registraron 599 habitantes. Emigró muy pronto, y
desarrolló sus estudios, su vida académica e intelectual fuera de su lugar de
origen.
Tras largos periodos de viajes volvía
intermitentemente, sólo regresó de forma definitiva tras su enfermedad, fue en
Röcken donde vivió sus últimos años, en compañía de su hermana. Su casa todavía
se conserva.
Primero emigró a Leipzig, cercana a la actual Sajonia.
Este es uno de los 16 estados federados, ubicado al nordeste de Alemania y
actualmente registra una superficie de 20 447 km 2. Su capital es Magdeburgo.
Alemania cuenta con
una superficie total de 357,168 km2.
A pesar de que Nietzsche era de nacionalidad alemana,
renunció a ella. La época en que
Nietzsche vivió fue una época de cambios, cabe decir que el filósofo manifestó abiertamente su
desacuerdo con el régimen de Bismarck (conocido como el segundo Reich) este y
otros motivos políticos, lo ayudaron a tomar la decisión de ser apátrida. A lo
largo de su vida hizo prolongados viajes a Francia, Suiza e Italia.
Entre 1860 y 1890 escribió además de los veinte volúmenes
que recogen sus obras, más de tres mil cartas. En 1886 escribió: “ya no tengo ningún lugar ni personas… que
sirvan para mi descanso”[4],
durante este periodo recorrió varias veces las orillas del río Rin, y visitó
incontables localidades.
En Nihilismo europeo
y pensamiento budista, Riedel (2002) aborda al filósofo desde otra
perspectiva; la del viajero, en el capítulo: “Nosotros los apátridas desde el principio, esperando nada con vista
desde La Colina de Rosas, hacia Oriente”, se detiene minuciosamente en los valles, llanuras, ciudades y puertos que
visitó Nietzsche, en sus constantes exploraciones, el autor intenta explicar
por medio del paisaje y el contacto con la naturaleza, parte de esa búsqueda
interior. Al respecto menciona:
“Solía visitar las llanuras de Europa, la
región entre Naumburg y Leipzig donde nació como hijo de un sacerdote en
Röcken, cerca de Lützen, donde también creció y pasó el mayor tiempo que
duraban sus estudios. Desde hace mucho su región natal y la casa en Naumburg
donde vivían su madre y su hermana, para él ya no tenían el significado de ser
la patria (Heimat).” (2002:25)
Posteriormente migró a Suiza (república federal de veintiséis estados, llamados
cantones). Allí, dio clases
en la universidad de Basilea, la cual fue fundada en 1459 por el Papa Pío II.
Aparte de Nietzsche en ella dieron clases personajes como: Erasmo de Rotterdam, Paracelso y Daniel Bernoulli.
Basilea es una ciudad ubicada
en la frontera con Francia y Alemania, y registra 2,275 km2, es la
ciudad más poblada del país. Se localiza a orillas del Rin y además posee el último puerto para navegación fluvial, más adelante se sitúan
unas cataratas que la dificultan.
Es también una de las ciudades culturales más importes de
Europa. Desde 1833 se produjo la división del cantón de
Basilea en los dos semi-cantones Basilea-Campiña y Basilea-Ciudad, que dura
hasta la actualidad. Desde 1868, el tramo entre el mar y el puente de
Basilea se consideran aguas internacionales.
Durante su periodo más prolífico, su madurez, Friedrich también vivió en Niza,
ciudad ubicada al sureste de Francia, que tiene una extensión geográfica de 7,
192 km2 se localiza en los Alpes marítimos, cerca de Génova, frontera con Italia,
en la región llamada costa azul. Durante parte del siglo XIX, hasta 1860, esta
ciudad estuvo ligada a Italia, sin embargo en 1860 fue invadida y anexada a
Francia, junto con Saboya. Está situada a 215 km de Turín.
Turín (Torino), es otra destacada ciudad cultural, capital
de Piamonte, provincia italiana que se
encuentra a orillas del río Po. Cuenta con una superficie territorial de 130
km2. Fue la primera capital de Italia del 1861 a 1865, pues era la residencia
de la familia real italiana, la Casa de Saboya.
Entre 1850 y 1860, las reformas políticas y los nuevos
movimientos democráticos que estaban gestándose, influyeron de manera que la
ciudad tuviera una importancia política dentro del proceso de unificación
nacional y del movimiento de regeneración, la ciudad incluso se considera como
la cuna del liberalismo y socialismo italiano del siglo XIX. Durante el verano de 1888, Nietzsche visitó Venecia, y
fue aquí en Turín donde terminó la obra El
ocaso de los ídolos.
₪ Análisis histórico :
Alemania es considerada como un estado nación desde el 18 de enero de
1871. Hasta 1806, formó parte del sacro imperio romano germánico. Su
conformación de estado se dio por medio
de la guerra franco- prusiana, periodo que le tocó vivir a Nietzsche cuando tenía
27 años, en ese entonces ejercía como docente en Suiza, su labor se vio interrumpida
porque participó en la guerra como enfermero.
No lo hizo de forma más activa, debido a sus problemas de salud, pues sufría terribles
cefaleas.[5]
La guerra abarcó el periodo desde el 19 de julio de 1870 al
10 de mayo de 1871. Se produjo tras la derrota de Napoleón III y por ende,
luego de la caída del primer imperio francés. La tensión se había intensificado
con el intento de Francia de anexar Luxemburgo a sus dominios, así como la
creciente influencia, no tolerada por Francia, ejercida por los Estados
alemanes al sur del río Meno.
Desde 1848, se produjo en Alemania un estallido
revolucionario, que buscaba la unificación del estado y redefinir fronteras
para establecer qué territorios pertenecerían a Alemania.
El Parlamento en Fráncfort, que era el primero elegido
libremente, vislumbró las dificultades que esto generaba pues resultaba
imposible formar un gran estado “pangermánico” con inclusión de Austria. En 1860 el Canciller Otto von Bismarck favoreció en Prusia al poder ejecutivo
contra el Parlamento. La solución encontrada fue formar la “Pequeña Alemania”,
imperio bajo la hegemonía del Reino de Prusia.
Alemania fue
unificada
como moderno estado-nación, el Imperio fue proclamado en Versalles el 18 de enero de 1871, cuya capital se estableció en
Berlín.
La guerra terminó con la completa victoria de Prusia y sus
aliados. La creación del Imperio Alemán, tuvo un papel muy influyente en las
relaciones políticas internacionales de las siguientes décadas. También trajo el fin del Segundo Imperio de
Napoleón III.
Otro conflicto destacado durante el siglo XIX que coadyuvó
a la formación de Alemania como estado nacional, fue la guerra austro-prusiana
llevada a cabo en 1866, se conoce como la guerra de las siete semanas. El 14 de
junio de 1866, Prusia invadió Sajonia y Bohemia, que en este entonces formaban
parte de Austria.
En este conflicto Prusia resultó nuevamente favorecida y
como resultado logró aumentar su territorio a costa de otros estados alemanes.
Gracias a esta consolidación hegemónica fue posible establecer la unión de los
“estados alemanes” y se formó el ya mencionado imperio alemán, que adoptó el
sistema de confederación.
El personaje político más destacado de la Alemania de estos
años era: Otto Von Bismark (1815-1898) quien es considerado el fundador del Estado alemán moderno. También se le llamó el
«Canciller de Hierro» por su determinación en la gestión, que incluía un
sistema de alianzas internacionales que aseguraban la supremacía del país.
Bismarck entró a formar parte del parlamento prusiano, en 1847. En 1862, fue nombrado
primer ministro de
Prusia,
en 1864 consiguió arrebatar a
Dinamarca
cuatro ducados (Lauenburgo, Schleswig y Holstein). En 1866, en la lucha contra Austria, consiguió la anexión de Hesse, Fráncfort, Hannover y Nassau, esto llevó a la creación de la Confederación de
Alemania del Norte.
Por último, la guerra contra
Francia
supuso la adhesión de otros estados, y en 1871 se proclamó el Segundo Imperio
Alemán.
Bismarck fue también organizador de la Triple Alianza, con Italia y Austria-Hungría, creada en 1882 para aislar y
debilitar a Francia.
Nietzsche criticó abiertamente el régimen autoritario de
Bismarck, sus divergencias políticas lo obligaron a migrar y a renunciar a su
nacionalidad. La historia no pudo hacerle justicia porque su hermana (y
especialmente su cuñado) manifestaron abiertamente su simpatía por el Reich y
por ideas nazis. Elisabeth llegó a falsificar muchas partes de la obra de su
hermano, cartas y volúmenes completos.
Al respecto Gustavo Leyva comenta: “Se sabe que en los años treinta y cuarenta, tanto Elisabeth Föster como
los colaboradores del archivo expresaron en forma abierta sus simpatías por A.
Hitler –quien fue recibido varias veces personalmente en el archivo- y B.
Mussolini. Después de la entrada de las tropas americanas y soviéticas a
Alemania, el archivo fue cerrado el 9 de diciembre de 1945 y sus materiales
trasladados al Archivo Goethe y Archivo Shiller y se pusieron a disposición de
Europa Occidental a partir de los años cincuenta, aunque solamente hasta después
de la caída del muro de Berlín en 1989 se ha podido tener acceso pleno a estos
materiales”. [6](Leyva,
2002:10)
Esto contribuyó a crear el mito del “superhombre alemán”,
sin embargo, tras la labor de varios investigadores en cuanto a la revisión
historiográfica, y gracias a la creación de un “contraarchivo” podemos leer
versiones revisadas y fidedignas, donde la crítica al imperio es reiterada y
explícita, en el capítulo de análisis “La
moral como contranaturaleza” encontramos:
“El nuevo Reich,
precisa más de enemigos que de amigos: sólo se siente necesario y sólo llega a
ser necesario, frente a su antítesis. No de otro modo nos comportamos con el
<enemigo interior>”.[7](1881:44)
Italia en el siglo XIX, se encontraba dividida en varios
estados. A este periodo se le conoce como “Resurgimiento italiano” y reivindica
el nacionalismo, dentro del contexto cultural del Romanticismo y de las ideas
de la revolución francesa, con el consiguiente establecimiento de “las diferencias”. Desde 1830 hasta 1848 ya se habían llevado a cabo
varios intentos de unificación.
En la segunda fase de este proceso, Garibaldi (originario
de Niza), impulsó la unión del Sur. En 1849 proclamó la República romana y
restableció Sicilia, Calabria, Nápoles y los Estados Pontificios. Sin embargo
el proceso “Republicano” que buscaba fortalecer Garibaldi y/o Mazzini, no se
vio favorecido, sino más bien el plan impulsado por Piamonte-Cerdeña y más
específicamente por la casa de Saboya.
El 24 de marzo de
1860 Piamonte aceptó firmar el Tratado de Turín que confirmaba el traspaso de
Niza y Saboya a Francia. El reino de Piamonte- Cerdeña se expandió en menos de
dos años, (el 17 de marzo de 1861) casi toda Italia estaba unificada, con
algunas escasas excepciones como: Roma, Niza y Córcega. El 8 de abril de 1866,
en el contexto de la guerra austro-prusiana, Italia firmó una alianza militar
con la Prusia de Bismarck.
La consolidación nacional final, se dio al
igual que en Alemania, en la década de 1870, en el contexto de la guerra
franco-prusiana. En esta fecha a pesar de la renuencia papal, por fin Roma se
unió a la nueva conformación italiana.
Por otro lado en 1815 en Suiza, el Congreso de Viena restableció la independencia
del país y las potencias europeas accedieron a reconocer la neutralidad del país. Las fuerzas armadas aún
trabajaron sirviendo a diferentes países hasta 1860. El tratado aumentó la
extensión territorial de país, con la anexión de los cantones: Valais, Neuchâtel y Ginebra. Los límites no han cambiado desde entonces.
Lo anterior muestra una época de cambio, de continuo reacomodo
y reorganización física en cuanto a la nueva formación de Europa y el restablecimiento
de fronteras y a la consolidación de los estados nacionales, pero también
muestra un importante reacomodo ideológico y cultural, acerca del fuerte debate
surgido entre el movimiento de la ilustración y el romanticismo, acerca de
¿reivindicar la igualdad o la diferencia?
Proceso que influyó en la conformación de las identidades nacionales y postura
que Nietzsche criticó fuertemente, lo cual abordaré detalladamente más adelante.
₪ Tipo de documento:
Fragmento del
libro: El crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa a martillazos. (1888)
Capítulo cinco: La moral como contranaturaleza. Obra
Filosófica.
El apartado se encuentra dividido en cinco mini
capítulos, que de forma resumida, casi a modo de aforismos y muy al estilo
Nietzscheano, muestran una crítica a la moral cristiana como la mayor
representante de “el gran error” en cuanto al modo de percibir la historia y
por consiguiente la vida. El método
utilizado por el autor, es el habitual: la genealogía, por medio de ella,
reflexiona acerca de la moral decadente,
que muestra nuestro debilitamiento
individual.
₪ Análisis geográfico e histórico y su relación con los
significantes:
La Alemania de mediados del siglo XIX, fue fuente de gran
riqueza económica, artística e intelectual, podríamos mencionar a varios
compositores, entre ellos destaca Richard Wagner que inicialmente fue amigo de
Nietzsche, aunque luego la relación terminó con una ruptura irreconciliable. Un
caso similar ocurrió con Lou Salomé (1861-1937), una escritora y feminista
que también entabló amistad con otros personajes destacados, como Rilke y Freud. Se conocieron en Roma, en 1882, debido
a la amistad en común con Paul Rée. Friedrich también se relacionó con Joseph
Breuer (1842-1925) el célebre neurofisiólogo y maestro de Sigmund Freud.
Otros pensadores contemporáneos
a la época fueron filósofos como: Karl Marx, Bakunin, Friedrich Hegel,
Schopenhauer, Strauss, Bauer Renan y Engels. Según la mayoría Hegel, Marx y Nietzche, revolucionaron
la historiografía y la filosofía con su manera de ver la historia. Lefebvre,
justamente titula de esta manera uno de sus libros y analiza cada una de sus
posturas. A Nietzsche lo considera “el gran Descodificador del mundo occidental”,
como el “revelador que exige la invención
de otro código, bien la superación de la codificación-descodificación” [8]
(1976:289).
Nietzsche es el gran revelador, el que enuncia el
“gran error” en el que cayó la
civilización desde que en el mundo clásico Heráclito y Parménides enuncian dos
visiones antagónicas de ver la vida. Para Heráclito el mundo es movimiento, cambio,
lo importante es el devenir. Para
Parménides sólo existe el Ser, el cual
se distingue por la permanencia y el estatismo, de él retoma el mundo
occidental el modo único y eterno de ver al pasado que niega las distintas
visiones históricas, dando lugar a una historia meramente “decorativa”,
mientras que para Nietzsche la historia sólo tiene sentido si nos sirve para afirmar la vida.
Según la historiografía se
distinguen dos variantes hegelianas, una de las cuales se centra en la crítica
de la idea de la razón ligada al concepto de “Dios”, en este marco surgen Strauss, Bauer, Renan y Burckhardt, filósofos que aunque son menos conocidos
influyeron profundamente en el pensamiento de Nietzsche. El nombre de Renan
aparece en el Anticristo. De ahí abreva en su pensamiento ateísta así como en
la crítica a la igualdad, la democracia y la necesidad de “hombres
excepcionales” como mecanismo psicológico necesario en toda sociedad. [9]
Con lo anterior pretendo mostrar
que aunque las ideas Nietzscheanas aún siguen revolucionando el pensamiento,
también formaron parte de una corriente crítica, que revalorizaba al arte y
desembocaba en el ateísmo.
La historia personal de Nietzsche
parece haber permeado estos dos puntos fundamentales en su obra, su vida misma
es el recorrido de un significante vacío,
que se llena por otro radicalmente opuesto.
Su padre fue pastor protestante
y párroco, su ambiente familiar siempre fue de rigor religioso y exigía además
de prácticas intelectuales, prácticas piadosas. Se esperaba que él estudiara
teología en la universidad, en atención a la tradición familiar. Sin embargo
decidió matricularse en filología, por medio de la filología griega contrapone
a dos figuras que resultarán fundamentales dentro de su pensamiento: Apolo-Dionisio
enunciados como Razón- Naturaleza.
Su entusiasmo por el arte, en especial por la
música, siguió en ascenso al igual que su decepción y alejamiento de la
teología. Esto marcó profundamente su vida y sus relaciones y fue quizá la
causa fundamental de su alejamiento de Wagner:
“Ya en el estío de 1876, precisamente en la época de la primera solemnidad de
Bayreuth, me despedí interiormente de Wagner. Yo no puedo soportar nada equívoco: desde que
Wagner se encontró en Alemania condescendió poco a poco con todo lo que yo desprecio, incluso
con el antisemitismo... Fue entonces, efectivamente, el momento de despedirme: bien pronto
tuve la prueba. Richard Wagner, aparentemente el más victorioso, pero, en realidad un decadente
desesperado, se prosternó bruscamente, desvalido y quebrantado, ante la cruz
cristiana...”[10]
Su historia personal pareciera
ser entonces la historia misma de la humanidad y representa el tránsito del gran error, heredado por Parménides y
retomado por Platón de considerar como el mundo verdadero al mundo de las
ideas, (lo que él llamaría lo Apolíneo),
luego el tránsito por la desesperanza, por el nihilismo y el desencanto, hasta
llegar al contrapunto: lo Dionisíaco, donde al igual que en la visión de
Heráclito, lo real es el mundo de la naturaleza, de la vida, del cambio y del
devenir, lo falso es el mundo de las “ideas”.
Su propio devenir representa el tránsito de la religión (impuesta o heredada) y
de la moral hacia la elección de la vida, la pasión, el instinto y la
naturaleza.
La moral representa lo estático,
lo falso, niega todo impulso natural, toda reacción instintiva. Representa al Ser, esta concepción falsa que nos
impide ver nuestra verdadera naturaleza. La iglesia, como la principal
reproductora de esta “castración” moral, resumida en la frase del Nuevo Testamento
“si tu ojo te escandaliza, arráncatelo”
representa la lucha contra el deseo, contra el impulso de vida: “Lo que ha hecho ha sido cargar las tintas de
la disciplina sobre la base de exterminar (la sensualidad, el orgullo, el ansia
de poder, de vengarse). Pero atacar a las pasiones de raíz equivale a atacar a la
vida de raíz: la praxis de la iglesia es hostil a la vida” (Nietzsche, 1888: 42)
Nietzsche no aboga por dar
rienda suelta y desmedida a los instintos, apela a controlarlos pero no por
medio de la castración y del castigo, sino por medio de la voluntad. Afirma que son precisamente aquellos que hubieran
necesitado ser ascetas quienes han abierto “esta
guerra a muerte contra la sensualidad”, hacia los sentidos y las pasiones.
Critica el método por el cuál la
iglesia no sólo ha espiritualizado la
pasión, cambiándola por el amor y vaciándola
de su significado, sino también evidencia este método contradictorio que
pacifica la pasión pero continúa en su lucha por aniquilarla. El discurso de la
moral hacia la “inmoralidad” es un ataque permanente y que no permite tregua: “La iglesia ha pretendido siempre aniquilar a
sus enemigos: nosotros los inmoralistas y anticristianos, consideramos que
obtenemos una ventaja de que subsista la iglesia” (Nietzsche, 1888: 44)
El autor nos invita a
reflexionar acerca de ¿Qué es lo moral? ¿Representa realmente la mejor vía? La
moral equipara a la razón, es la bandera de la superioridad racional y moral enarbolada
por occidente y proclamada desde Kant y difundida por la mayoría de pensadores
del siglo XIX: Montesquieu, Voltaire, Hegel, Comte, (y que a veces pareciera que pervive hasta nuestros
días). Esto dio como resultado la visión de una historia lineal que podríamos
vislumbrar como una flecha que apunta hacia adelante y hacia arriba y la
creación de una Historia monumental o nacionalista, en la que sin duda él incluye la historia de
Alemania.
La visión de una historia monumental
sólo nos permite ver los “grandes” momentos, nos presenta entonces una “veracidad icónica”, este entendimiento
del pasado como algo “muerto” o por lo menos muy lejano y que no atañe a
nuestro presente, no nos permite dimensionar el tamaño de las raíces que nos
sostienen.
Sin duda esto se relaciona con
su crítica más despiadada: su visión del hombre del siglo XIX. En la segunda
intempestiva o “Sobre la utilidad y el
perjuicio de la historia para la vida”, apartado nueve, critica fuertemente
esta visión que él cree cínica por considerar que nuestro tiempo es la “primicia” o que el mismo ser humano lo
es: “¡herederos del mundo, cúspide y meta
del proceso del mundo!... ¡el fruto más maduro del árbol de la ciencia!...Se
yergue pues desde la altura y orgulloso de sentirse en la pirámide del proceso
del mundo y, colocando en lo más alto de la bóveda de su conocimiento, parece
gritarle a la naturaleza que le está escuchando a su alrededor: <<estamos
en la cima, somos la cima, somos la naturaleza consumada >>”(Nietzsche,
1874: 115)
Y finaliza diciendo: “¡Tú deliras orgullosísimo europeo del siglo
XIX! Tu saber no ha llevado a la consumación de la naturaleza, sino que
destruye la tuya propia. Mide sólo durante un instante tu altura como
cognoscente y tu capacidad de actuar. Cierto, asciendes hasta los rayos del sol
del saber hacia el cielo, pero también caes hacia abajo, hacia el caos. El modo
que tienes de caminar de escalar como cognoscente, es tu fatal destino. Tu
suelo y todo terreno firme se retiran a lo incierto. No te quedan más apoyos en
la vida, tan sólo telarañas desgarradas que surgen cada vez que intentas
aferrarte a algo con tu conocimiento. Pero dejemos de hablar en tono serio es
posible decir algo más jovial”. (Nietzsche, 1874:116)
Creo que esto deja clara la
postura del autor, acerca de la concepción humana de su tiempo y la concepción
histórica del progreso siempre hacia adelante,
mientras para él “la historia humana es sólo la continuación
de la Historia de los animales y de las plantas”. Pero también refleja una
crítica a la postura acerca de la afirmación del otro como “enemigo”, cuando su supuesta inferioridad es la autoafirmación la superioridad propia.
La preeminencia de la razón (entendida también como moral)
por sobre todas las cosas también nos ha castrado, nos impide ver que nuestra
existencia también es naturaleza, pasión,
animalidad e instinto. Friedrich invita a dejar de lado la contraposición
de conceptos antagónicos e irreconciliables: bueno-malo, civilizado-incivilizado,
luz-oscuridad, a dar la vuelta a nuestra concepción del mundo, reflexionando
acerca de ¿y si la tiniebla no fuera realmente eso, sino una realidad
complementaria, sólo una parte de la luz?
¿Pero porqué la moral equipara a
la razón? Según su rastreo genealógico para los griegos los valores que podían
calificarse como “buenos” eran los impulsos vitales como la valentía, los
negativos eran los representados por la debilidad, esto resulta acorde con la
naturaleza misma, en donde los más aptos se desarrollan mayormente. Sin embargo
desde la implantación de la moral cristiana hay una visión invertida, los
“buenos” valores son los que reflejan el debilitamiento: compasión, castidad y
caridad, que para él se traducen a su vez en domesticación, castración y
enajenación de todos los impulsos vitales.
Nietzsche distingue dos tipos de
moral cristiana, sostenidas por la misma tesis platónica que él critica, según
la cual hay tres tipos de castas en el hombre: oro, hierro y bronce, esto
sustentaría la premisa de que hay hombres que nacen para mandar y otros que
nacen para obedecer.
“Cread vosotros el concepto de <<pueblo>>: nunca podréis
imaginarlo lo bastante noble y elevado. Si tuvieses un concepto elevado de
<<pueblo>> seríais también misericordiosos con él y os cuidarías
mucho de ofrecerle vuestras mezcladas aguas como bebida revitalizadora y
refrescante. En el fondo, lo valoráis pobremente, porque no podéis tener de su
futuro una estimación verdadera y
fundada con seguridad y así os comportáis como pesimistas prácticos, quiero
decir, como hombres que, guiados por la
sospecha de un ocaso, se vuelven indiferentes al bien ajeno y al suyo propio
¡con tal de que la tierra nos mantenga a nosotros!” (Nietzsche, 1874: 104)
El cristianismo reproduce estos dos
tipos de moral: la del dominante y la de dominando, en estos últimos estimula
estos valores “morales” de sumisión que inhiben la “voluntad de poder”. La voluntad es un concepto clave para
Nietzsche, pues sólo a través de ella podremos hacernos individuos libres,
superarnos a nosotros mismos y volvernos
superhombres.
Al describir a esta moral supuesta dice: “La moral que va en contra de la naturaleza, esto es, casi toda la
moral que se ha enseñado, respetado y predicado hasta hoy, va precisamente en
contra de los instintos, a los que condena, unas veces de una forma solapada y
otras de un modo ruidoso y descarado. Cuando asegura que <<dios ve lo que
hay en nuestros corazones>> la moral está negando los deseos más bajos y
más elevados de la vida, y está considerando a Dios como enemigo de la vida… el
santo en el que Dios tiene puesta su complacencia es el castrado ideal. La vida
termina donde empieza el <<reino de Dios>>”. (Nietzsche,
1888:46)
La razón se equipara con la
moral pues ambas se justifican. Descartes, Kant, Hegel y sin duda muchos otros
pensadores enarbolaron la bandera de la razón como la consumación de la
superioridad del hombre sobre la naturaleza, sin embargo por arriba de esta, se
encontraba la idea de Dios, ninguno de ellos desmitificó esta construcción de “la marcha de Dios” reflejada en la
historia del hombre. Pero según Nietzsche, Dios mismo es una “fabricación
histórica”, esta visión la achaca como parte de la herencia hegeliana, al igual
que la visión del hombre como: “el vástago tardío de los tiempos”, que
sustenta esta supuesta superioridad humana
ya mencionada.
Además de su crítica a Hegel
como reproductor de esta visión “objetiva”
del hombre, que para él resulta más subjetiva
que ninguna otra, añade su crítica a la conocida frase de René Descartes, que
aparece en el libro El Discurso del
método: “Tal vez como semejante inhóspita
y carente de vida fábrica de conceptos y palabras tenga más derecho de decir de
mí: cogito ergo sum pero no vivo, ergo cogito. Así se me asegura el
<<ser>> vacío, pero no la <<vida>> verde y plena. Mi
sensación originaria me garantiza que sólo soy un ser pensante, no que soy un
ser viviente; que no soy un animal sino un cogito ¡dadme primero la vida y os
creare a partir de ella una cultura!” ((Nietzsche, 1874:135)
Para Nietzsche la sociedad del
siglo XIX, es cínica, pues no admite otra posibilidad histórica, al ver al
pasado como algo en sí mismo, estático,
como una idea desde la visión
platónica, se piensa en una historia en la cuál “todo debió ocurrir como ocurrió y el hombre no pudo ser de ningún modo
diferente” y una vez más el encuentra el reflejo de esto en
la moral “ ¿va a venir entonces
cualquiera de esos aprendices de
moralistas que predican por las esquinas a decir ante esto: ¡no!, el hombre
debe ser de otra manera? Este necio santurrón pretende saber incluso, cómo debe
ser él; fija su retrato en la pared y dice: ¡He aquí al hombre!” (Nietzsche,
1888:48)
Para cerrar esta crítica
despiadada a la moral, dice: “En la
medida en que la moral condena sin más, sin partir de consideraciones y sin
atender las intenciones propias de la vida, constituye un error específico con
el que no se debe tener compasión alguna, una idiosincrasia de degenerados, que
ha hecho un daño incalculable” (Nietzsche, 1888:48)
Pero a su vez propone qué
representan los “inmorales”, qué
aportan: “Nosotros los inmoralistas, que
somos tan distintos, hemos abierto nuestro corazón a toda clase de
conocimientos, de comprensiones, de aprobaciones. Nos resulta difícil negar,
tenemos muy a gala afirmar. Cada vez se nos han ido abriendo más los ojos para
ver la economía que se precisa en orden a aprovechar todo lo que la santa
locura y la razón enferma del sacerdote rechazan;” (Nietzsche, 1888:48)
Puntualiza que ellos, no niegan
la existencia de la moral, del sacerdote, del virtuoso y del santurrón sino que
se afirman y se asumen como parte de esta riqueza de la vida, que los presenta como el mismo resultado de ellos, al ser su
antítesis.
En “La moral como contranaturaleza”, encontramos dos significantes vacíos que se
contraponen pero también se complementan. Entendiendo por significante vacío lo
descrito por Ernesto Laclau, aquellas
construcciones que se llenan de un nuevo significado. En primer término: Moral, concepto inmerso en una serie de
nociones como espíritu, paz, dios,
filantropía, iglesia, cristiano, compasión… y que para Nietzsche también representan
decadencia, castración, debilidad, ocaso, deber, prohibición, destino,
estupidez y condena.
Por otro lado el significante
vacío Pasión se llena de
significados como: vida, deseo, sensualidad, fuerza, valor, animalidad, locura,
libertad, voluntad, inmoralidad, anti-cristiano, instinto y naturaleza.
Significantes que, como he
mencionado, también podemos entender como razón-naturaleza. Estos valores antitéticos se reflejan en todo
su pensamiento y formulan la crítica del entorno en el que le tocó vivir, la
crítica a una sociedad positiva que “avanza siempre hacia adelante”, sin
percatarse de que tras su “fe racional” y su progreso, sólo hay un cúmulo de
errores, un contrasentido inicial y decadencia.
Consideraciones finales
Considero que pasará bastante
tiempo antes de que podamos concluir con éste tema y considerarlo superado.
Creo que la visión de Nietzsche acerca de la cultura de su siglo XIX, acerca de
la mentalidad colectiva (en cuanto a la identificación de una identidad
nacional) o la individual, aún resulta vigente.
Aún podemos cuestionar la
postura que nos ha dejado esta herencia occidental que muchos seguimos reproduciendo,
al considerar nuestra historia presente como la “superación” de conflictos
pasados, como si realmente nuestro mundo fuera más justo que hace un par de siglos. ¿Realmente ha habido una mejoría?
¿En qué sentido? ¿Somos moralmente más congruentes que antes? Desde mi
perspectiva, habría que matizar largamente estas respuestas, para no caer en la
visión simplista de calificar como bueno o malo, positivo o negativo, nuestro
rumbo histórico, sin embargo, en este caso no pretendo responder, sino tan sólo
enunciar.
Creo que es importante seguir
reflexionando como Nietzsche, no acerca del camino que recorremos como especie humana, no centrarnos
en la pregunta ¿Por qué existe la humanidad? sino más bien en “por qué yo
existo”: “¿Para qué existe el mundo? ¿Para
qué existe la humanidad? estas son preguntas que por ahora no nos interesan a
menos que queramos ser más alegres y joviales en el escenario del mundo que
toda la presuntuosidad de estos pequeños reptiles llamados hombres. Para eso
más bien pregúntate para qué existes tú, el individuo, y si nadie puede
decírtelo, entonces intenta en algún momento justificar el sentido de tu
existencia a posteriori, una finalidad, una meta, un para esto, y perece en el
intento… si, por otro lado las doctrinas del soberano devenir, de la fluidez de
todos los conceptos, tipos y especies, de la falta de toda diferencia cardinal
entre hombre y animal –doctrinas que considero verdaderas a la vez que
mortíferas- siguen siendo difundidas a la gente durante mucho más tiempo dentro
del marco educativo actual, entonces nadie deberá sorprenderse si esta gente
sucumbe a la estrechez y mezquindad, a la petrificación y al egoísmo, esto es,
que se desintegren y dejen de ser personas” (Nietzsche, 1874: 124)
Pero aún no soy una mujer rota,[11] todavía
tengo el minúsculo poder de la elección. La sociedad en la que vivo, en el
siglo XXI, es más bien una sociedad de masas, parece decirnos a cada intento
que nuestro infra-vigesimal porcentaje no significa nada, que una elección no
puede hacer la diferencia, que yo no elijo a los demás hombres al elegirme a mí,
y que tampoco puedo elegirme. Sin quitar la importancia de mi carga histórica y
sin dejar de reconocerme como “ese cúmulo
de aberraciones y aciertos”, creo que es necesario rescatar el papel del
individuo, re-ubicar el papel de la batalla interior, de la voluntad.
Nos han enseñado que sólo los “grandes
hombres” pueden cambiar la historia, que la historia es en sí, que las minorías no marcan diferencias. Nuestra historia
nacional mexicana en 2014 continúa mitificando a sus héroes y vituperando a sus
villanos, reproduce la visión histórica del pasado en sí mismo, es por tanto un pasado inamovible.
En muchos sentidos sería, a
decir Nietzscheano, una historia “decorativa” que no nos sirve para la vida, para reconocer y cambiar
nuestro presente. Pero al introducirnos dentro de esta Historia, posicionarnos,
conocerla y criticarla también estamos eligiéndonos. No quiero hablar de la libertad, ni mucho menos pretendo decir
que nuestra capacidad de acción es absoluta. Creo que hay diversos factores que
coaccionan nuestras decisiones diarias, pero desde mi punto de vista me
pregunto ¿hay algo más optimista que la visión de Nietzsche (luego retomada y
mejorada por el existencialismo) al otorgar tal peso al individuo? Comúnmente
se califica esta filosofía como pesimista, pero ¿hay algo más idealista y
esperanzador que dar tal valor al ser humano, tener tales expectativas de la voluntad de acción del individuo?
Por último me pregunto, si más
allá de toda la cuestión genealógica y filosófica de esta visión crítica de la
moral cristiana ¿en nuestra vida práctica aún necesitamos la moral? ¿Aún es
útil considerar la idea de un futuro que nos será premiado si obramos de “buena”
manera o de castigo y sufrimiento si “erramos el camino”? ¿Necesitamos
realmente en nuestra vida y en nuestra conciencia el sistema de
castigo-recompensa? Creo que tenemos el criterio necesario para actuar de
manera congruente con nosotros mismos y con los demás sin que sea necesario
contar con la vigilancia de un actor externo, sin seguir contando con “la marcha de Dios en nuestra historia”.
Para discernir acerca de esto,
como ya lo han advertido tantos críticos de la ilustración, no sólo poseemos la
razón como arma sino también nuestros sentidos, esos con los que deberíamos
familiarizarnos y reconciliarnos, y que obviamente no presentan a nuestro
cuerpo como “la cárcel del alma”, sino
como parte de un ser integral, de una
misma naturaleza. Como una mujer de
este siglo podría enunciar: “existo,
siento, luego pienso.”
Para mí el texto “La moral como contranaturaleza” y en
general El ocaso de los ídolos, no
sólo enuncia de forma crítica una problemática de su siglo, sino que resulta
vigente para cuestionarnos, replantearnos y re-interpretar nuestro presente.
₪ Bibliografía
Corcuera,
de Mancera Sonia, 1997, Voces y Silencios
en la Historia Siglos XIX y XX, México, Fondo de Cultura Económica.
Domingo, Ricardo. (Director general) 1999, Diccionario Larousse, 3ª reimpresión,
México.
García Pelayo y Gross. 1985, Enciclopedia metódica Larousse, Ediciones Larousse, 1ª reimpresión,
México.
Lefebvre, Henri. 1976, 1ª Edición en español, Hegel, Marx, Nietzsche. Siglo XXI
Editores, México.
McNally, Rand. 1980, 2ª edición, Atlas mundial, Reader’s Digest S. A de C. V, impreso en los Estados
Unidos de América.
Nietzsche, Friedrich. 1888, El crepúsculo de los ídolos, El libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, España. 5ª edición 1981.
Nietzsche, Friedrich. 1888, Como se filosofa a martillazos, Grupo Editorial Tomo S.A. de C.V.
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Nietzsche, Friedrich. 1889, El anticristo (maldición sobre el cristianismo), Ediciones Busma S.
A, colección Poesía y Prosa, Popular, España.
Riedel, Manfred. 2002, Nihilismo europeo y pensamiento budista. Nietzsche y Heidegger, Universidad
Autónoma Metropolitana, Miguel Ángel Porrúa, grupo editorial. 1ª edición México,
pp. 9 a 30.
Rosales Camacho, Luis (director). 1978, Gran diccionario
enciclopédico ilustrado Tomo VIII, Reader’s Digest S. A de C. V, México.
Sartre, Jean Paul.
Conferencia pronunciada el 29 de Octubre de 1945, El existencialismo es un humanismo. Los libros de Sísifo, edhasa.
Quinta reimpresión 2006, España.
Sapiña, Juan. 1963,
Mi amigo enciclopedia juvenil vol. VI,
Editorial Renacimiento S.A. México, primera edición en español, México.
Fuentes en línea:
Campohermoso Rodríguez, Omar F. “De la genialidad a la locura Friedrich
Nietzsche”, 2008. Ámbito cultural, Revista Cuadernos, Vol. 53, No. 2. PDF
Gilles, Deleuze, “Nietzsche y la filosofía” Editorial Anagrama, Barcelona, 1971.
(Fragmento del capítulo III, 15: "Nueva imagen del pensamiento".
Encontrado en: http://www.webdianoia.com/contemporanea/nietzsche/nietzsche_cur.hm.
Fecha de consulta 1de octubre de 2014.
Friedrich,
Nietzsche. Febrero de 1874, Sobre la
utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. II intempestiva. Biblioteca
Nueva. PDF
Friedrich,
Nietzsche. “De mi vida. Escritos
autobiográficos de juventud (1856-1869)”. PDF
[1] Referencia
al ensayo “El mito de Sísifo” de
Albert Camus, quien a su vez lo retoma de la mitología griega.
[2] Porque concuerdo con la obra de Nietzsche, “sobre la utilidad y el perjuicio del estudio
de la historia para la vida”, en la que argumenta que la historia debe
servirnos para la vida y para la aplicación de nuestro presente.
[4] Carta a Franz Overbeck, fechada el 14 de julio de 1886.
Encontrada en Nihilismo europeo y pensamiento budista.
[5] Su padre murió el 27 de
julio de 1849 tras un “reblandecimiento cerebral”, también sufría de terribles
dolores de cabeza. Encontrado en “Escritos
biográficos de juventud”. La nota al pie reza: “en la biografía escrita por su hermana Elisabeth Föster, ésta falsificó
el texto de su hermano, atribuyendo la enfermedad del padre a una lesión
ocasionada al caerse de una escalera”.
[10] Encontrado en “De la
genialidad a la locura, Friedrich Nietzsche” Referencia: F.
Nietzsche contra Wagner. Madrid: Ed. Siruela S. A., 2002
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