“Sólo se puede estudiar lo que
antes se ha soñado”
Bachelard[1]
La conquista, un problema no
resuelto
Elizabeth Aracely Bezares*
En este trabajo pretendo realizar una revisión historiográfica de algunos
autores contemporáneos, analizando diversas posturas acerca del encuentro
producido en 1492 entre europeos y americanos. Es pues, una reflexión sobre los
conflictos que se generan a partir de esto y cómo repercuten en la
identificación de nuestro presente.
Surgimiento del otro:
Para conocer al otro, tenemos que partir de nosotros mismos. La supuesta
“objetividad” al conocerlo resulta absurda, si consideramos lo imposible que
sería salirnos de nosotros mismos, de nuestro conocimiento y experiencia
previos, de nuestra carga histórica…para llegar al otro en “blanco” y limpios de toda concepción pre-concebida.
Reconocemos al otro como un
reflejo de nosotros mismos, identificamos sus igualdades y sus diferencias en
comparación con uno. Cuando dejamos al otro hablar por sí mismo, nombrarse,
estamos conociéndolo, cuando nosotros le otorgamos un nombre, estamos
inventándolo.
Esta misma disyuntiva filosófica, se manifiesta en la historiografía
ante el tema del “descubrimiento de
América” que pervive en la mayoría de autores e incluso se enuncia de esta forma, (como un
descubrimiento) por Todorov.
Este autor es reconocido por aportar a la discusión, “el problema del otro”. Sin embargo no retoma a éste como sujeto activo sino sólo
como objeto cognoscible, al respecto él aclara: “la percepción que tienen los españoles de los indios será mi único tema,
con una sola excepción en lo que se refiere a Moctezuma”. (2005:14)
Para Todorov sería más correcto hablar del “descubrimiento de los americanos” pues en este caso se introdujo un
factor inesperado que no vivieron los europeos en sus primeros encuentros con
Asia y África.
Pero entonces ¿la palabra correcta sería descubrir o inventar? Para O
‘Gorman la construcción de América surgió desde el imaginario de los hombres europeos medievalistas. Que si
bien, no imaginaron América hasta que se encontraron con ella; al producirse el
primer encuentro, la reconocieron bajo su propia concepción del mundo. “Cuando se nos asegura que Colón descubrió América
no se trata de un hecho sino de una interpretación de un hecho.”(O ´Gorman 1984:16)
Según el autor, al afirmar que Colón “descubrió” América por
“casualidad”, estaríamos también afirmando la tesis de que el continente
americano revelo su “ser secreto”, esta
idea, por tanto, desemboca en el
absurdo.
Si América no existía y fue inventada es necesario remontarnos a sus
“creadores” para conocerla. O ´Gorman hace un estudio de la mentalidad
medievalista de la época.
¿Cuál era la concepción del mundo para los europeos? Sabían, como lo
habían anticipado Aristófanes y Aristóteles, que la tierra era no era plana
sino esférica. Desde la concepción cristiana también se reconocía este hecho,
el cual se representaba en el Theatrum
mundi, que muestra por un lado a las esferas celestes y por otro a la
tierra que contenía a las nueve esferas del inframundo[2].
Es un mito la idea difundida de que aún predominaba la noción “patrística” de
que la tierra era plana.
Consideraban que el universo era finito en tiempo y espacio, tenía un
fin y un comienzo. Una de las continuas preocupaciones de estos hombres fue la
de determinar el tamaño de la circunferencia de la tierra, Colón redujo
considerablemente este calculo confiando en la factibilidad de su proyecto.
Otra cuestión que se buscaba determinar era el tamaño de las tierras no
sumergidas en las aguas, se calculaba que éstas existían y eran de tamaño
considerable como en la formulación de los antípodas, ya fueran meridionales u
occidentales. Sin embargo, esta tesis fue negada por San Agustín pues de
existir población humana no cristianizada, en estas tierras imaginarias, la
afirmación bíblica de que los apóstoles habían evangelizado en todos los
confines de la tierra se manifestaría como falsa.
Esto se resolvió retomando el concepto Griego de “ecúmene” para nombrar
la “morada humana” o “el mundo”, noción que se traducía en el hecho de que aún
cuando existieran otras tierras, estas estarían habitadas por entes que no
cabrían en el género humano, estaríamos hablando literalmente de la existencia
de “otros mundos”. Durante la alta Edad Media personajes como Macrobio y San
Isidoro de Sevilla especularon acerca de dónde podrían estar ubicadas estas
islas y si estaban habitadas o no. Colón mismo redactó un memorial mostrando
que todas las tierras eran habitables.
Siguiendo la premisa de Heidegger[3]
“solo lo que se idea es lo que se ve,
pero lo que se idea es lo que se inventa”, esto sugiere que Colón tenía en verdad una “imagen” previamente
construida de lo que iba a encontrarse: Colón murió sin desistir de la idea de
que había llegado a una parte de la tierra firme de Asia, atribuyendo esto, al
gran tamaño del territorio. Esto hizo que también considerara que había llegado
al paraíso terrenal, aunque aclara que “el jardín prohibido” aún podía hallarse
lejos de los litorales que él exploró.
Para O ´Gorman es claro que Colón partió con una idea preconcebida e
incluso una “certeza” de lo que podía encontrarse, sin embargo, al respecto
Todorov opina: “Vasco de Gama
o Magallanes quizá emprendieron viajes
más difíciles, pero sabían adonde iban. A pesar de toda su seguridad, Colón no
podía tener la certeza de que al final del océano no estuviera el vacío o el
abismo; o bien de que este viaje hacia el oeste no fuera el descenso de una
larga cuesta-puesto que estamos en la cima de la tierra- , y que después no
fuera demasiado difícil volverla a subir: es decir, no podía tener la certeza
de que el regreso fuera posible.”
(2005:15)
“La invención de América” propone pues reconocer al continente como: “el resultado de un complejo proceso ideológico
que acabó, a través de una serie de tentativas e hipótesis, por concederle un
sentido peculiar y propio, el sentido, en efecto, de ser la cuarta parte del
mundo”
(O ´Gorman 1984:136)
El otro se nombra
¿Desde donde el otro se
reconoce? hemos visto que en la historia de América predomina la visión del “vencedor”, pues el “natural”
tiene poco derecho de réplica: “Se postula de
entrada que los indios son inferiores, pues los españoles deciden las reglas del
juego. Se podría decir que la superioridad de quienes enuncian el requerimiento,
ya esta contenido en el hecho de que ellos son los que hablan, mientras que los
indios escuchan.” (Todorov, 2005:159)
En la “Visión de los vencidos”
León Portilla, también parte de la idea de que el conocimiento del otro no es
más que un reflejo ficticio, menciona que hubo diversas “proyecciones” de lo
que representaban los indios, algunos como Fray Diego de Landa los consideraron
descendientes de judíos, otros los nombraban como demonios (idolatras,
sodomitas, antropófagos…) y unos más como ángeles inocentes en un paraíso
perdido.
Todorov usa muchos de los códices donde comúnmente se mencionan los
diversos presagios que precedieron la llegada de los españoles, los signos
parecen haber sido muy importantes para las culturas mesoamericanas, sin embargo,
el autor considera que “los presagios” se construyeron posteriormente para
legitimar la derrota: “[el mundo se
plantea de entrada como algo sobredeterminado, todo es previsible y por tanto
todo esta previsto]…[Los aztecas perciben la conquista- es decir la derrota- y
al mismo tiempo la superan mentalmente, inscribiéndola en una historia
concebida según sus exigencias: el presente se vuelve inteligible y al propio
tiempo menos inadmisible, en el momento en que podemos verlo ya enunciado en el
pasado] ” (2005)
Según una teoría de la física cuántica el ser humano no esta capacitado
para responder ante lo que no conoce, ante un imprevisto “ilógico” el ojo humano
no es capaz de ver, para ilustrar esto, han planteado que es probable que los
primeros hombres que mantuvieron el contacto no hayan “visto” los barcos que se
aproximaban a sus costas, hasta que estuvieron realmente cerca, cuando veían el
horizonte, no veían el horizonte mismo, sino la visión que tenían de éste.
Para Todorov esto marca la diferencia y la “ventaja” de la flexibilidad mental con la que cuentan los españoles para quienes a pesar de
todo, este encuentro no resulta tan novedoso. Por esto a veces equiparan a los
indios con: el pagano grecorromano, el turco musulmán, o el judío.
El entramado de relaciones a este punto se vuelve bastante complejo pues
podemos también reconocer las similitudes que a pesar de todo se producen entre
estas dos culturas, por ejemplo, en lo que Todorov menciona acerca de la visión
de extranjero y de la identificación de la lengua. Para los aztecas nonoualca, tenime y popoloca, se
equipara al concepto de bárbaro
derivado del latín y entendido como “el que balbucea, el que no sabe hablar, el
mudo”, y que a su vez se traduce en “el salvaje”.
Sin embargo la visión del indio suele equipararse con el siguiente
enunciado:
Indios/niños/animales=monos o cuerpo/apetito/mal[4]
Españoles/adultos/humanos o alma/
razón/bien.
En el mejor de los casos se relaciona con el paternalismo de los frailes,
que a su vez minimiza la capacidad del otro, e incluso podemos encontrarlo en
lo relatado por Cortés: “Nos forzaban
a que totalmente los destruyésemos. Y de esta postrera tenía más sentimiento y
me pesaba el alma” (Cortés,
1985:174)
Todorov menciona que fueron los españoles los que promovieron la
instauración del náhuatl como lengua
hegemónica, no debemos olvidar que no existía una previa “unidad”
mesoamericana. Cortés menciona al respecto de estas pugnas internas: “usaban de tanta crueldad nuestros amigos que por
ninguna vía a ninguna daban la vida, aunque más reprendidos y castigados de
nosotros eran” (1985:196)
Quizá el miedo haya sido una de las pocas opciones de replica permitidas
al indio, esto terror se enuncia desde que los informantes describen por
primera vez a Moctezuma a estos hombres “con caras como de cal”, pero el choque
más violento, en los pueblos americanos que de alguna manera, estaban
acostumbrados a la idea de “conquista” parece haber sido el religioso. El
periodo más violento que se registra durante la conquista de Tenochtitlán se
produce por este choque: Alvarado reacciona de manera violenta ante la
preparación ritual del alimento, que hecho a base de semillas coloreadas, representa
a la carne, informantes de Sahagún, describen ese momento de esta forma: “A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las
pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron
por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los
intestinos y parecían enredarse los pies
en ellos” (León Portilla, 2009:98) sobretodo resultan impactantes los relatos o “cantos tristes” sobre los
últimos días del sitio de Tenochtitlán.
Según el autor “los indios” se
dan cuenta de que necesitan despertar
para tomar las riendas de su propio
destino, sin embargo, es claro que es difícil que lleguen a reconocerse, pues ha
permeado una visión construida de ellos por “los vencedores”.
Esta contradicción entre la crueldad ejercida por los españoles y su
concepción de moral cristiana, conlleva
a que como Todorov afirma los indios equiparen el concepto de “cristiano” con
el de “mentiroso”. Autores como Ots,
reafirman la idea de que la corona española jugó un papel importante en cuanto
a la protección y legislación de los indios, protegiendo en todo momento su
calidad de “vasallos libres” al
respecto Cortés dice: “Me manda
vuestra grandeza que no reparta, encomiende, ni deposite, por ninguna manera los
naturales de estas partes en los españoles que en ellas residen, diciendo no se
poder hacer en conciencia; y que para ello vuestra celsitud mando juntar
letrados teólogos, los cuales concluyeron que, pues Dios nuestro señor los
había hecho libres, no se les podía quitar la libertad”. (1985: 254)
Sin duda resulta difícil para el otro reconocerse, bajo esta maraña de
“atribuciones” que les fueron otorgadas. No sólo inventaron a América sino
también a los americanos. En cuanto a
esta cuestión de la identidad impuesta que
a su vez se superpone, O ‘Gorman dice: “La
historia de América Latina es, sin duda, de cepa y molde europeos, pero por
todas partes y en todos los ordenes se percibe la huella de un sello personal y
de la inconformidad con la mera repetición” (1984:158)
El otro se reconoce
Pero América continuó inventándose. Según David Brading la historia
antigua de México empieza con un mito y termina con una profecía, según él el
mito de los aztecas “usurpadores” que buscaban legitimar su derecho a la autoridad,
sin duda jugó un rol determinante en la conquista, pero “solo el mito puede imponerse al mito”, por esto la virgen de
Guadalupe tuvo un rol tan importante en el proceso de independencia pues
representó el ícono más importante de este movimiento.
Fue durante el siglo XIX, donde este proceso de “identidad” llego a su
punto álgido, según Brading es hasta en 1850 durante la reforma y bajo la
figura de Benito Juárez, que inició la “historia
nacional”. En este siglo, en Europa, se gestaron teorías y posturas
epistemológicas que dieron un marco teórico a ideas previamente concebidas y a
la nueva necesidad de justificar el surgimiento de los estados nacionales.
Humboldt bajo el concepto idealista de su época considera que “la historia, en esencia, es un progresivo e
inexorable desarrollo del espíritu humano en marcha hacia la meta de la
libertad, conforme a la razón”. [5](1984:36)
por tanto, no se reconoce un hecho realizado por un individuo sino el peso del
designio histórico. Kant también aborda la marcha de un destino humano “que fatalmente se va cumpliendo”. Hegel explica el devenir del hombre en “la marcha de Dios en la historia”
Esta visión viene desde la antigüedad clásica, fue difundida por Parménides
y reforzada por Platón. Postula que las cosas existen por sí mismas, que tienen una naturaleza estática e inamovible, que
dota de estas mismas características al pasado, el cual es también estático,
inamovible, y no pudo haberse desarrollado de otra forma.
Para Nietzsche, esta es una visión
cínica pues negar toda posibilidad de cambio en el pasado implica negar la
posibilidad de cambio del presente. Crítica también esta postura tan difundida durante el siglo de considerar a
la historia de forma lineal y como un progresivo y gradual cúmulo de mejorías, y
que defiende al hombre mismo como “heredero, cúspide y meta del
proceso del mundo, el fruto más maduro del árbol de la ciencia” o como quien “esta en la cima, es la cima, y la naturaleza consumada” (Nietzsche,
1874: 115)
Al respecto añade: “¡Tú deliras
orgullosísimo europeo del siglo XIX! Tu saber no ha llevado a la consumación de
la naturaleza, sino que destruye la tuya propia. Mide sólo durante un instante
tu altura como cognoscente y tu capacidad de actuar. Cierto, asciendes hasta los
rayos del sol del saber hacia el cielo, pero también caes hacia abajo, hacia el
caos. El modo que tienes de caminar de escalar como cognoscente, es tu fatal
destino. Tu suelo y todo terreno firme se retiran a lo incierto. No te quedan
más apoyos en la vida, tan sólo telarañas desgarradas que surgen cada vez que
intentas aferrarte a algo con tu conocimiento”. (Nietzsche, 1874:116)
Esta visión determinista de la vida, degeneró en dotar a América de un
carácter utópico, pues desde la identidad cristiana se considera a la historia
es una progresión infinita hacia la victoria final del “espíritu”. Esta percepción
del “destino humano” fue superada por la revolución científica, que demostró
que esta “naturaleza” sólo existe en las cosas en la medida en que el hombre
les concede significado.
Por lo tanto: “se ha
supuesto que este trozo de materia cósmica que ahora conocemos como el
continente americano ha sido eso desde siempre, cuando en realidad no lo ha
sido sino a partir del momento en que se le concedió esa significación, y
dejara de serlo el día en que, por algún cambio en la actual concepción del
mundo, ya no se le conceda” (O´Gorman, 1984:49)
La tesis de que Colón “descubrió” América equivale a atribuir de este
“animismo” al continente como si éste dijera: “por fin alguien ha venido a descubrirme”. El proceso de identidad
cobra importancia a partir de que el continente no se dota de ninguna
característica en sí mismo, y como
diría Nietzsche[6] se
reconoce como el resultado del “cúmulo de
errores y aciertos”, como un devenir, no como una “sustancia inalterable y predeterminada que ahora inconscientemente se
postula a priori, sino como el resultado de un proceso histórico peculiar y
propio, pero entrañablemente vinculado al proceso del acontecer universal”
(O ‘Gorman, 1984:146)
Por su parte François Xavier Guerra, también apela al carácter reciente
y construido de “nación”, y no esencialista y atemporal, añade que: “no sólo la nación moderna es imaginada sino todas
las identidades colectivas… toda identidad colectiva es una construcción
cultural” (Guerra: 185)
Argumenta que en el caso específico de Hispanoamérica es imposible
reconocer a un solo grupo de identificación, pues tras siglos de vida en común,
todos los grupos se encuentran imbricados profundamente. El problema surge al “construir naciones separadas a partir de una
misma nacionalidad hispánica”.
(Guerra: 187)
Al respecto de este “mosaico cultural” que sin embargo desarrollo más la
“conciencia criolla” O ‘Gorman menciona: “el
sentimiento de esta especie de inautenticidad o desequilibrio ontológico generó
en el seno de la sociedad colonial el desasosiego que caracterizaba el
criollismo…es cierto que el criollo ensayo un nuevo Adán americano, sólo logró
constituirse en un tipo peculiar de español, pero español, al fin y al cabo” (1984:155)
O a decir de François se trata de: españoles americanos y españoles
europeos, que en 1810 desembocan en el enfrentamiento de dos “naciones”
diferentes y rivales (Guerra: 210) y finaliza arguyendo que el ideal de unión de los pueblos
hispanoamericanos, no es más que una utopía política basada en la muy tenue
identidad americana.
Para concluir, considero como los autores, que la construcción de
América y de los americanos es una concepción imaginaria, donde de manera fortuita,
se intenta unificar “igualdades y diferencias” para marcar el establecimiento
de fronteras que separan de forma arbitraria y que poco o nada tienen que ver
con la compleja cuestión de la sensación de pertenencia a un grupo.
Creo que a nosotros nos toca superar el mito de la conquista, y dejar de
lado la visión de vencedor-vencido,
que ya no aporta nada a la noción gnoseológica de nosotros mismos como sujetos
amorfos, productos de intrincadas redes de convivencia y de complejas relaciones
de poder, que no deben resumirse en la cuestión simplista de “el conquistador
malo” y el “indígena oprimido”.
En el siglo XVI se gestaron mallas imbricadas, tanto como se desarrollan
en nuestro presente. Aún podemos inventar América y quizá ahora toque hacerlo
desde nuevas premisas que no dejen de lado el imaginario colectivo pero que
también tomen en cuenta las diversas realidades para llevarnos una “invención”
colectiva.
Bibliografía:
§ Brading,
David A. Mito y profecía en la historia
de México, 2004, 1ª edición FCE, 1ª edición en ingles 1984, México.
§ Cadpequí,
Ots. El estado español en las indias,
1ª edición 1941, 4ta reimpresión 1975. FCE, México.
§ Cortés,
Hernán. Cartas de Relación, 1985, 2ª
edición, editores mexicanos unidos S. A. México.
§ León
Portilla, Miguel. Visión de los vencidos,
relaciones indígenas de la conquista. 2009, Universidad Nacional Autónoma
de México, programa editorial coordinación de humanidades, México.
§ O ´Gorman,
Edmundo. La invención de América.
1958 fondo de lectura económica, 1984 1ª edición en lecturas Mexicanas. Fondo
de Cultura Económica, Cultura SEP, México.
§ White,
Hayden. Metahistoria, la imaginación
histórica del siglo XIX, 1ª edición en ingles 1973, 3ª reimpresión 2003,
FCE, México.
§ Todorov,
Tzvetan. La conquista el problema del
otro. 1ª edición en francés 1982, decimocuarta reedición 2005, Siglo XXI
editores S.A de C.V. México
§ Xavier Guerra,
Francois. “Las mutaciones de la identidad
en la América hispánica” en Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX.
editorial FCE, año México.
*4to semestre,
Historia. Materia: América Latina Colonial, Mtra. Patricia Gutiérrez Casillas
[6] En “Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia
para la vida. II intempestiva” Febrero de 1874. Biblioteca Nueva.
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