lunes, 21 de marzo de 2016

La conquista, un problema no resuelto

Sólo se puede estudiar lo que antes se ha soñado
Bachelard[1]

La conquista, un problema no resuelto
Elizabeth Aracely  Bezares*

En este trabajo pretendo realizar una revisión historiográfica de algunos autores contemporáneos, analizando diversas posturas acerca del encuentro producido en 1492 entre europeos y americanos. Es pues, una reflexión sobre los conflictos que se generan a partir de esto y cómo repercuten en la identificación de nuestro presente.

Surgimiento del otro:

Para conocer al otro, tenemos que partir de nosotros mismos. La supuesta “objetividad” al conocerlo resulta absurda, si consideramos lo imposible que sería salirnos de nosotros mismos, de nuestro conocimiento y experiencia previos, de nuestra carga histórica…para llegar al otro en “blanco” y limpios de toda concepción pre-concebida.
Reconocemos al otro como un reflejo de nosotros mismos, identificamos sus igualdades y sus diferencias en comparación con uno. Cuando dejamos al otro hablar por sí mismo, nombrarse, estamos conociéndolo, cuando nosotros le otorgamos un nombre, estamos inventándolo.
Esta misma disyuntiva filosófica, se manifiesta en la historiografía ante el tema del “descubrimiento de América” que pervive en la mayoría de autores e incluso se  enuncia de esta forma, (como un descubrimiento) por Todorov.
Este autor es reconocido por aportar a la discusión, “el problema del otro”. Sin embargo no  retoma a éste como sujeto activo sino sólo como objeto cognoscible, al respecto él aclara: “la percepción que tienen los españoles de los indios será mi único tema, con una sola excepción en lo que se refiere a Moctezuma”. (2005:14)
Para Todorov sería más correcto hablar del “descubrimiento de los americanos” pues en este caso se introdujo un factor inesperado que no vivieron los europeos en sus primeros encuentros con Asia y África.
Pero entonces ¿la palabra correcta sería descubrir o inventar? Para O ‘Gorman la construcción de América surgió desde el imaginario  de los hombres europeos medievalistas. Que si bien, no imaginaron América hasta que se encontraron con ella; al producirse el primer encuentro, la reconocieron bajo su propia concepción del mundo. “Cuando se nos asegura que Colón descubrió América no se trata de un hecho sino de una interpretación de un hecho.”(O ´Gorman 1984:16)
Según el autor, al afirmar que Colón “descubrió” América por “casualidad”, estaríamos también afirmando la tesis de que el continente americano revelo su “ser secreto”, esta idea, por tanto,  desemboca en el absurdo.
Si América no existía y fue inventada es necesario remontarnos a sus “creadores” para conocerla. O ´Gorman hace un estudio de la mentalidad medievalista de la época.
¿Cuál era la concepción del mundo para los europeos? Sabían, como lo habían anticipado Aristófanes y Aristóteles, que la tierra era no era plana sino esférica. Desde la concepción cristiana también se reconocía este hecho, el cual se representaba en el Theatrum mundi, que muestra por un lado a las esferas celestes y por otro a la tierra que contenía a las nueve esferas del inframundo[2]. Es un mito la idea difundida de que aún predominaba la noción “patrística” de que la tierra era plana.
Consideraban que el universo era finito en tiempo y espacio, tenía un fin y un comienzo. Una de las continuas preocupaciones de estos hombres fue la de determinar el tamaño de la circunferencia de la tierra, Colón redujo considerablemente este calculo confiando en la factibilidad de su proyecto.
Otra cuestión que se buscaba determinar era el tamaño de las tierras no sumergidas en las aguas, se calculaba que éstas existían y eran de tamaño considerable como en la formulación de los antípodas, ya fueran meridionales u occidentales. Sin embargo, esta tesis fue negada por San Agustín pues de existir población humana no cristianizada, en estas tierras imaginarias, la afirmación bíblica de que los apóstoles habían evangelizado en todos los confines de la tierra se manifestaría como falsa.
Esto se resolvió retomando el concepto Griego de “ecúmene” para nombrar la “morada humana” o “el mundo”, noción que se traducía en el hecho de que aún cuando existieran otras tierras, estas estarían habitadas por entes que no cabrían en el género humano, estaríamos hablando literalmente de la existencia de “otros mundos”. Durante la alta Edad Media personajes como Macrobio y San Isidoro de Sevilla especularon acerca de dónde podrían estar ubicadas estas islas y si estaban habitadas o no. Colón mismo redactó un memorial mostrando que todas las tierras eran habitables.
 Siguiendo la premisa de Heidegger[3]solo lo que se idea es lo que se ve, pero lo que se idea es lo que se inventa”, esto sugiere que Colón tenía en verdad una “imagen” previamente construida de lo que iba a encontrarse: Colón murió sin desistir de la idea de que había llegado a una parte de la tierra firme de Asia, atribuyendo esto, al gran tamaño del territorio. Esto hizo que también considerara que había llegado al paraíso terrenal, aunque aclara que “el jardín prohibido” aún podía hallarse lejos de los litorales que él exploró.
Para O ´Gorman es claro que Colón partió con una idea preconcebida e incluso una “certeza” de lo que podía encontrarse, sin embargo, al respecto Todorov opina: “Vasco de Gama o Magallanes  quizá emprendieron viajes más difíciles, pero sabían adonde iban. A pesar de toda su seguridad, Colón no podía tener la certeza de que al final del océano no estuviera el vacío o el abismo; o bien de que este viaje hacia el oeste no fuera el descenso de una larga cuesta-puesto que estamos en la cima de la tierra- , y que después no fuera demasiado difícil volverla a subir: es decir, no podía tener la certeza de que el regreso fuera posible.”  (2005:15)
“La invención de América” propone pues reconocer al continente como: “el resultado de un complejo proceso ideológico que acabó, a través de una serie de tentativas e hipótesis, por concederle un sentido peculiar y propio, el sentido, en efecto, de ser la cuarta parte del mundo
 (O ´Gorman 1984:136)

El otro se nombra

¿Desde donde el otro se reconoce? hemos visto que en la historia de América predomina  la visión del “vencedor”, pues el “natural” tiene poco derecho de réplica: “Se postula de entrada que los indios son inferiores, pues los españoles deciden las reglas del juego. Se podría decir que la superioridad de quienes enuncian el requerimiento, ya esta contenido en el hecho de que ellos son los que hablan, mientras que los indios escuchan.” (Todorov, 2005:159)
En la “Visión de los vencidos” León Portilla, también parte de la idea de que el conocimiento del otro no es más que un reflejo ficticio, menciona que hubo diversas “proyecciones” de lo que representaban los indios, algunos como Fray Diego de Landa los consideraron descendientes de judíos, otros los nombraban como demonios (idolatras, sodomitas, antropófagos…) y unos más como ángeles inocentes en un paraíso perdido.
Todorov usa muchos de los códices donde comúnmente se mencionan los diversos presagios que precedieron la llegada de los españoles, los signos parecen haber sido muy importantes para las culturas mesoamericanas, sin embargo, el autor considera que “los presagios” se construyeron posteriormente para legitimar la derrota: “[el mundo se plantea de entrada como algo sobredeterminado, todo es previsible y por tanto todo esta previsto]…[Los aztecas perciben la conquista- es decir la derrota- y al mismo tiempo la superan mentalmente, inscribiéndola en una historia concebida según sus exigencias: el presente se vuelve inteligible y al propio tiempo menos inadmisible, en el momento en que podemos verlo ya enunciado en el pasado] ” (2005)
Según una teoría de la física cuántica el ser humano no esta capacitado para responder ante lo que no conoce, ante un imprevisto “ilógico” el ojo humano no es capaz de ver, para ilustrar esto, han planteado que es probable que los primeros hombres que mantuvieron el contacto no hayan “visto” los barcos que se aproximaban a sus costas, hasta que estuvieron realmente cerca, cuando veían el horizonte, no veían el horizonte mismo, sino la visión que tenían de éste.
Para Todorov esto marca la diferencia y la “ventaja” de la flexibilidad mental con la que cuentan los españoles para quienes a pesar de todo, este encuentro no resulta tan novedoso. Por esto a veces equiparan a los indios con: el pagano grecorromano, el turco musulmán, o  el judío.
El entramado de relaciones a este punto se vuelve bastante complejo pues podemos también reconocer las similitudes que a pesar de todo se producen entre estas dos culturas, por ejemplo, en lo que Todorov menciona acerca de la visión de extranjero y de la identificación de la lengua. Para los aztecas nonoualca, tenime y popoloca, se equipara al concepto de bárbaro derivado del latín y entendido como “el que balbucea, el que no sabe hablar, el mudo”, y que a su vez se traduce en “el salvaje”.
Sin embargo la visión del indio suele equipararse con el siguiente enunciado:
Indios/niños/animales=monos  o cuerpo/apetito/mal[4]
Españoles/adultos/humanos  o  alma/ razón/bien.
En el mejor de los casos se relaciona con el paternalismo de los frailes, que a su vez minimiza la capacidad del otro, e incluso podemos encontrarlo en lo relatado por Cortés: “Nos forzaban a que totalmente los destruyésemos. Y de esta postrera tenía más sentimiento y me pesaba el alma” (Cortés, 1985:174)  
Todorov menciona que fueron los españoles los que promovieron la instauración  del náhuatl como lengua hegemónica, no debemos olvidar que no existía una previa “unidad” mesoamericana. Cortés menciona al respecto de estas pugnas internas: “usaban de tanta crueldad nuestros amigos que por ninguna vía a ninguna daban la vida, aunque más reprendidos y castigados de nosotros eran” (1985:196)
Quizá el miedo haya sido una de las pocas opciones de replica permitidas al indio, esto terror se enuncia desde que los informantes describen por primera vez a Moctezuma a estos hombres “con caras como de cal”, pero el choque más violento, en los pueblos americanos que de alguna manera, estaban acostumbrados a la idea de “conquista” parece haber sido el religioso. El periodo más violento que se registra durante la conquista de Tenochtitlán se produce por este choque: Alvarado reacciona de manera violenta ante la preparación ritual del alimento, que hecho a base de semillas coloreadas, representa a la carne, informantes de Sahagún, describen ese momento de esta forma: “A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos  y parecían enredarse los pies en ellos” (León Portilla, 2009:98) sobretodo resultan impactantes los relatos o “cantos tristes” sobre los últimos días del sitio de Tenochtitlán.
 Según el autor “los indios” se dan cuenta de que necesitan despertar para  tomar las riendas de su propio destino, sin embargo, es claro que es difícil que lleguen a reconocerse, pues ha permeado una visión construida de ellos por “los vencedores”.
Esta contradicción entre la crueldad ejercida por los españoles y su concepción de moral cristiana,  conlleva a que como Todorov afirma los indios equiparen el concepto de “cristiano” con el de “mentiroso”.  Autores como Ots, reafirman la idea de que la corona española jugó un papel importante en cuanto a la protección y legislación de los indios, protegiendo en todo momento su calidad de “vasallos libres” al respecto Cortés dice: “Me manda vuestra grandeza que no reparta, encomiende, ni deposite, por ninguna manera los naturales de estas partes en los españoles que en ellas residen, diciendo no se poder hacer en conciencia; y que para ello vuestra celsitud mando juntar letrados teólogos, los cuales concluyeron que, pues Dios nuestro señor los había hecho libres, no se les podía quitar la libertad”. (1985: 254)
Sin duda resulta difícil para el otro reconocerse, bajo esta maraña de “atribuciones” que les fueron otorgadas. No sólo inventaron a América sino también a los americanos.  En cuanto a esta cuestión de la identidad impuesta que  a su vez se superpone, O ‘Gorman dice: “La historia de América Latina es, sin duda, de cepa y molde europeos, pero por todas partes y en todos los ordenes se percibe la huella de un sello personal y de la inconformidad con la mera repetición” (1984:158)
El otro se reconoce

Pero América continuó inventándose. Según David Brading la historia antigua de México empieza con un mito y termina con una profecía, según él el mito de los aztecas “usurpadores” que buscaban legitimar su derecho a la autoridad, sin duda jugó un rol determinante en la conquista, pero “solo el mito puede imponerse al mito”, por esto la virgen de Guadalupe tuvo un rol tan importante en el proceso de independencia pues representó el ícono más importante de este movimiento.  
Fue durante el siglo XIX, donde este proceso de “identidad” llego a su punto álgido, según Brading es hasta en 1850 durante la reforma y bajo la figura de Benito Juárez, que inició la “historia nacional”. En este siglo, en Europa, se gestaron teorías y posturas epistemológicas que dieron un marco teórico a ideas previamente concebidas y a la nueva necesidad de justificar el surgimiento de los estados nacionales. 
Humboldt bajo el concepto idealista de su época considera que “la historia, en esencia, es un progresivo e inexorable desarrollo del espíritu humano en marcha hacia la meta de la libertad, conforme a la razón”. [5](1984:36) por tanto, no se reconoce un hecho realizado por un individuo sino el peso del designio histórico. Kant también aborda la marcha de un destino humano “que fatalmente se va cumpliendo”.  Hegel explica el devenir del hombre en “la marcha de Dios en la historia
Esta visión viene desde la antigüedad clásica, fue difundida por Parménides y reforzada por Platón. Postula que las cosas existen por sí mismas, que tienen una naturaleza estática e inamovible, que dota de estas mismas características al pasado, el cual es también estático, inamovible, y no pudo haberse desarrollado de otra forma.
 Para Nietzsche, esta es una visión cínica pues negar toda posibilidad de cambio en el pasado implica negar la posibilidad de cambio del presente. Crítica también esta postura  tan difundida durante el siglo de considerar a la historia de forma lineal y como un progresivo y gradual cúmulo de mejorías, y que defiende al hombre mismo como “heredero, cúspide y meta del proceso del mundo, el fruto más maduro del árbol de la ciencia” o como quien “esta en la cima, es la cima, y la naturaleza consumada” (Nietzsche, 1874: 115)
Al respecto añade: “¡Tú deliras orgullosísimo europeo del siglo XIX! Tu saber no ha llevado a la consumación de la naturaleza, sino que destruye la tuya propia. Mide sólo durante un instante tu altura como cognoscente y tu capacidad de actuar. Cierto, asciendes hasta los rayos del sol del saber hacia el cielo, pero también caes hacia abajo, hacia el caos. El modo que tienes de caminar de escalar como cognoscente, es tu fatal destino. Tu suelo y todo terreno firme se retiran a lo incierto. No te quedan más apoyos en la vida, tan sólo telarañas desgarradas que surgen cada vez que intentas aferrarte a algo con tu conocimiento”. (Nietzsche, 1874:116)
Esta visión determinista de la vida, degeneró en dotar a América de un carácter utópico, pues desde la identidad cristiana se considera a la historia es una progresión infinita hacia la victoria final del “espíritu”. Esta percepción del “destino humano” fue superada por la revolución científica, que demostró que esta “naturaleza” sólo existe en las cosas en la medida en que el hombre les concede significado.
Por lo tanto: “se ha supuesto que este trozo de materia cósmica que ahora conocemos como el continente americano ha sido eso desde siempre, cuando en realidad no lo ha sido sino a partir del momento en que se le concedió esa significación, y dejara de serlo el día en que, por algún cambio en la actual concepción del mundo, ya no se le conceda”  (O´Gorman, 1984:49)
La tesis de que Colón “descubrió” América equivale a atribuir de este “animismo” al continente como si éste dijera: “por fin alguien ha venido a descubrirme”. El proceso de identidad cobra importancia a partir de que el continente no se dota de ninguna característica en sí mismo, y como diría Nietzsche[6] se reconoce como el resultado del “cúmulo de errores y aciertos”, como un devenir, no como una “sustancia inalterable y predeterminada que ahora inconscientemente se postula a priori, sino como el resultado de un proceso histórico peculiar y propio, pero entrañablemente vinculado al proceso del acontecer universal” (O ‘Gorman, 1984:146)
Por su parte François Xavier Guerra, también apela al carácter reciente y construido de “nación”, y no esencialista y atemporal, añade que: “no sólo la nación moderna es imaginada sino todas las identidades colectivas… toda identidad colectiva es una construcción cultural” (Guerra: 185)
Argumenta que en el caso específico de Hispanoamérica es imposible reconocer a un solo grupo de identificación, pues tras siglos de vida en común, todos los grupos se encuentran imbricados profundamente. El problema surge al “construir naciones separadas a partir de una misma nacionalidad hispánica”. (Guerra: 187)
Al respecto de este “mosaico cultural” que sin embargo desarrollo más la “conciencia criolla” O ‘Gorman menciona: “el sentimiento de esta especie de inautenticidad o desequilibrio ontológico generó en el seno de la sociedad colonial el desasosiego que caracterizaba el criollismo…es cierto que el criollo ensayo un nuevo Adán americano, sólo logró constituirse en un tipo peculiar de español, pero español, al fin y al cabo” (1984:155)
O a decir de François se trata de: españoles americanos y españoles europeos, que en 1810 desembocan en el enfrentamiento de dos “naciones” diferentes y rivales (Guerra: 210) y finaliza arguyendo  que el ideal de unión de los pueblos hispanoamericanos, no es más que una utopía política basada en la muy tenue identidad americana.
Para concluir, considero como los autores, que la construcción de América y de los americanos es una concepción imaginaria, donde de manera fortuita, se intenta unificar “igualdades y diferencias” para marcar el establecimiento de fronteras que separan de forma arbitraria y que poco o nada tienen que ver con la compleja cuestión de la sensación de pertenencia a un grupo.
Creo que a nosotros nos toca superar el mito de la conquista, y dejar de lado la visión de vencedor-vencido, que ya no aporta nada a la noción gnoseológica de nosotros mismos como sujetos amorfos, productos de intrincadas redes de convivencia y de complejas relaciones de poder, que no deben resumirse en la cuestión simplista de “el conquistador malo” y el “indígena oprimido”.
En el siglo XVI se gestaron mallas imbricadas, tanto como se desarrollan en nuestro presente. Aún podemos inventar América y quizá ahora toque hacerlo desde nuevas premisas que no dejen de lado el imaginario colectivo pero que también tomen en cuenta las diversas realidades para llevarnos una “invención” colectiva.

Bibliografía:

§  Brading, David A. Mito y profecía en la historia de México, 2004, 1ª edición FCE, 1ª edición en ingles 1984, México.
§  Cadpequí, Ots. El estado español en las indias, 1ª edición 1941, 4ta reimpresión 1975. FCE, México.
§  Cortés, Hernán. Cartas de Relación, 1985, 2ª edición, editores mexicanos unidos S. A. México.
§  León Portilla, Miguel. Visión de los vencidos, relaciones indígenas de la conquista. 2009, Universidad Nacional Autónoma de México, programa editorial coordinación de humanidades, México.
§  O ´Gorman, Edmundo. La invención de América. 1958 fondo de lectura económica, 1984 1ª edición en lecturas Mexicanas. Fondo de Cultura Económica, Cultura SEP, México.
§  White, Hayden. Metahistoria, la imaginación histórica del siglo XIX, 1ª edición en ingles 1973, 3ª reimpresión 2003, FCE, México.
§  Todorov, Tzvetan. La conquista el problema del otro. 1ª edición en francés 1982, decimocuarta reedición 2005, Siglo XXI editores S.A de C.V. México
§  Xavier Guerra, Francois. “Las mutaciones de la identidad en la América hispánica” en  Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX. editorial FCE, año México.



[1]Psicoanálisis del fuego”, epígrafe encontrado en “Metahistoria” de Hayden White.
*4to semestre, Historia. Materia: América Latina Colonial, Mtra. Patricia Gutiérrez Casillas
[2] Lámina del Theatrum mundi encontrada en La invención de América,  fechada en 1589, Venecia.
[3] Encontrado en La invención de América, O ‘Gorman, página 79.
[4] Idea tomada de “La conquista de América, el problema del otro
[5] Encontrado en La invención de América de Edmundo O ‘Gorman.
˜ [6] En “Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. II intempestiva” Febrero de 1874. Biblioteca Nueva.

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