La participación
de las mujeres,
en el periodo
posrevolucionario.
Introducción
Las mujeres han estado presentes en todas las épocas y
en todas las situaciones históricas, la participación de algunas de ellas ha
tenido una repercusión social importante y ha sido factor decisivo de cambio en
el motor histórico.
Sin embargo, dentro de la historia oficial, se les ha
negado su reconocimiento como sujetos históricos y políticos, a nivel
individual y también a nivel general, se ha intentado invisibilizarlas; sobre todo,
se ha justificado su subordinación al hombre, justificándola siempre por una
simple categoría de género.
El papel de las
mujeres en la sociedad se ha intentado reducir al ámbito de la vida privada, en
específico, al cuidado del hogar y al de la familia (labor de suma importancia
a la que tampoco se le da el reconocimiento debido) sin embargo, destaca el
hecho de que en pleno 2016, la opinión de muchos (as), continúe reproduciendo
este modelo, como si a la mujer sólo le estuviera permitido desenvolverse en el
ámbito de la vida privada y el hecho de que se encuentre en el ámbito académico
se le “consiente” mientras no intente destacar en la vida pública.
La historia
oficial ha intentado invisibilizar y
borrar las luchas y logros de estas mujeres pioneras que pelearon por que se
respetaran sus derechos, obviamente ellas no han sido los únicos sujetos, que se han borrado de
gran parte de la historia, sino también todos aquellos sujetos oprimidos por
este sistema capitalista y patriarcal, incluyendo a los pobres, los indigentes,
los indígenas, los niños (as), los ancianos(as), los “homosexuales”, etcétera. Quienes no han
sido vistos como sujetos históricos de cambio sino como objeto de él.
En este sentido se da una relación entre el feminismo
y la Historia social, que nos invita a reconocer a todos estos sujetos
oprimidos. Por medio de este trabajo pretendo
abonar a esta causa, haciendo una revisión que nos permita seguir construyendo
esta “Historia negada” esa Historia borrada. La Historia no es estática,
ni es el “pasado muerto” y su
reconstrucción, atendiendo a categorías de género, puede resultar de suma
utilidad para que las nuevas generaciones adoptemos en nuestro imaginario
colectivo una visión más realista de “lo femenino”. Lo considero necesario, sobre
todo, en el caso de países como México y toda América Latina, siendo una tarea que
nos atañe especialmente a las historiadoras.
Antecedentes:
Mujeres en el porfiriato y en la revolución
Existe una infinidad de mujeres que destacaron en su
época, no pretendo pues, hacer un rescate de todas ellas, sino simplemente
nombrar a algunas de las más importantes pioneras en la lucha por sus derechos.
Destaca el caso de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, quien nació en 1875, en
Durango, perteneció a una familia humilde y liberal. Fue autodidacta, se casó a
los veintidós años con un minero al que enseñó a leer y escribir, su afición
por la escritura hizo que colaborara en varios periódicos de la época entre
ellos, Hijo del Ahuizote de Ricardo
Flores Magón, participó en huelgas mineras y escribió acerca de su situación de
explotación, esto llevó a que la encarcelaran en tres ocasiones. En 1901
decidió vender su rebaño de cabras, único medio de subsistencia, para comprar
una imprenta en Guanajuato y fundar el periódico Vésper. Justicia y libertad, el cual dirigía y redactaba con una
postura sumamente anticlerical. Este periódico era incluso alabado por los
hermanos Flores Magón, a pesar de que el obispo Montes de Oca hizo que le decomisaran
su imprenta, ella huyó y continuó con su labor desde la capital, inspiró y dio
cabida a la voz de muchas mujeres que defendían, como ella, ideales revolucionarios.
Tras la consumación de la revolución siguió conquistando espacios públicos y se
desempeñó como profesora misionera, Inspectora de Escuelas Rurales, directora
del Hospital Civil de Zacatecas y posteriormente, de la Escuela Industrial para
señoritas en Morelia. [1]
Elisa Acuña Rossetti, fue una joven y brillante
colaboradora del periódico Vésper, nacida en 1904. En 1910 fundó el periódico La Guillotina, gracias al triunfo de la
revolución ocupó cargos directivos en el Consejo Feminista y en la Liga
Panamericana de Mujeres, así como en el Departamento de Prensa de la Biblioteca
de la UNAM. Otras mujeres destacadas en el periodismo de oposición son:
Guadalupe Rojo, Guadalupe Gutiérrez, Carmen Serdán, Rosa Torres, Trinidad de
Orcilles, Elvia Carrillo Puerto, entre otras. [2]
Esto se debió en parta a
que durante el periodo del porfiriato comenzó a darse mayor apertura dentro de los espacios
educativos para las mujeres, sin embargo, en esta época esto se veían como
“concesiones” que se daban con tal de tener una buena hija o una buena esposa,
ya que la cultura era un atributo
deseable para ellas. Sin embargo, en la Revolución Mexicana ellas irrumpen en
la esfera pública, debido a la situación de guerra civil y modifican de esta
forma, estereotipos que se habían mantenido durante el porfiriato. Entonces “Incursionan en ámbitos exclusivos de los
hombres: la política y la guerra”[3]
Un
dato relevante es el acceso a la educación, esta apertura comienza a darse en
mayor medida durante el porfiriato, en 1879 se funda la Escuela Normal para
profesoras, la primera generación se graduó en 1883 y en 1881 se inauguró la
Escuela Normal Metodista, de esta generación salieron mujeres defensoras del
maderismo. Otra opción con fuerte presencia femenina se registró en el Colegio del Estado, que en 1901 abrió la
carrera de telegrafista, la cual brindó la oportunidad a muchas mujeres de
profesionalizarse en una carrera práctica que les facilitara incorporarse al
mercado laboral. [4]
El acceso a la educación
fue de suma importancia social y fue factor de cambios, esto puede comprobarse
cuando nos percatamos de que la mayoría de mujeres que décadas más tarde,
participaron de cerca en el movimiento sufragista y en las luchas feministas
eran maestras, educadoras, periodistas y en general profesionistas que cumplían
con ciertas condiciones de clase y de “capital
social” e incluso, que poseían
cierta independencia económica que les permitía: “integrarse en un mundo político, no obstante, sufrían las limitaciones
y la marginación derivadas de su condición femenina”[5]
Existen antecedentes de mujeres
pioneras en el ámbito político, que desde el porfiriato participaron en la vida pública del país, por
ejemplo las que participaron en el Congreso Constitucional, que se llevó a cabo
en 1856, al respecto Evelyne Sánchez afirma:
“[…] la desviación masculina que ha sufrido el relato de nuestro pasado revolucionario,
tal como ha sido heredado para nosotras y yo diría para todos, pues la
Historia, con mayúscula, en nuestro país y en particular la historia de la
Revolución Mexicana y el proceso de reconstrucción que le siguió, han sido
procesos interpretados en clave masculina en los que los hombres son los únicos
y más importantes protagonistas. El feminismo en su calidad de movimiento
social y desde sus orígenes, ha demostrado que lo personal es político, lo
doméstico es social y que lo cotidiano también es trascendente”.[6]
A dicho congreso se les
invitó tomando en cuenta la validez de su opinión para la construcción y el
reforzamiento de la nación, pero desde una postura conservadora que consideraba
que el ámbito permitido a las mujeres era principalmente el privado, la
educación, el cuidado de los niños, y en general las labores de la casa, a
decir de la época la mujer era “el ángel del hogar”. Gracias al hecho de que en
esa época no reconocían a las mujeres como sujeto histórico, no es posible
conocer la identidad de quienes participaron en dicha Asamblea Constituyente:[7]
En esta época de decadencia del modelo porfiriano, las
mujeres tuvieron una gran participación en los
grupos de oposición al régimen, por ejemplo, en los clubes maderistas,
se inspiraron principalmente en modelos feministas que habían llegado de países
protestantes, sobre todo de Inglaterra, y que a diferencia de Latinoamérica, no
tenía una religión tan discriminatoria y dominante hacia las mujeres, como en
los países influenciados mayoritariamente por el cristianismo.
Entre algunas de las mujeres más destacadas en los clubes
maderistas, encontramos a:
“Dolores Jiménez Muro, Juana
Belén Gutiérrez de Mendoza, Sara Estela Ramírez, Elisa Acuña de Rosseti,
nombrada miembro de la Junta Directiva de la Confederación de Clubes Liberales Ponciano
Arriaga en la ciudad de México en 1903, y María Andrea Villarreal González,
quienes fundaron y dirigieron clubes.”.[8]
Entre 1909 y 1910 se fundaron más de dos mil clubes
liberales, muchos de ellos con la participación y/o liderados por mujeres,
entre ellas contamos por ejemplo a: Petra Leyva, a la ya mencionada Carmen
Serdán, y especialmente a Paulina Maraver, quien fundó una escuela particular
con un fuerte cariz revolucionario[9]
En 1909 se fundó el primer club maderista, en la ciudad
de Puebla, fue llamado “Josefa Ortiz de Domínguez, y estuvo presidido por la
obrera Petra Leyva. En 1910 se funda la Liga Femenil de Propaganda Política
formada por Teresa Arteaga, María Luisa Urbina, Joaquina Negrete, Adela Treviño
y Carmen Serdán entre otras. Las obreras organizadas también jugaron un papel
de suma trascendencia, ellas a su vez se aliaron a otras organizaciones como
“Las Hijas de Anáhuac”, que desde el periódico representaban la voz de los otros
gremios de trabajadores. [10]
Participación
políticamente activa:
Los congresos feministas
El
primer Congreso Feminista se llevó a cabo en 1916, en Mérida, Yucatán, en él
participaron un grupo de mujeres que en
plena revolución mexicana decidieron adoptar el término “feminista”. Este
proceso había iniciado años atrás principalmente en Europa y luego en los
Estados Unidos, buscando la apertura para las mujeres en los espacios
universitarios y laborales. En Inglaterra las primeras egresadas de
universidades corresponden a 1875[11]
Una
de sus principales demandas fue el
reconocimiento de la mujer como sujeto político que debía de participar en el
sufragio. Las mujeres feministas manifestaban (algunas aún lo manifiestan) no
sentirse “herederas de la revolución francesa”, pues criticaban que el modelo
de “libertad, igualdad y fraternidad” fuera tan acotado y que en realidad únicamente
se refiriera a hombres, blancos, caucásicos y de clase alta. Un modelo que
además colocaba a la razón por encima de todas las cosas y sin embargo
les había negado la condición de “ciudadanos”, pues “el universalismo que pregonaba la Declaración de los Derechos del Hombre
y el Ciudadano, marginó a las mujeres como sujetos políticos activos”[12]
El movimiento obrero de mujeres, sobre todo el de los
Estados Unidos, es una de las luchas más destacadas. Es pues, a partir de estas
reivindicaciones, que se acuña el término “feminismo” a finales del siglo XIX,
el cual, se atribuye a: Hubertine Aurclet[13],
quien a finales de 1879 fundó la primer sociedad a favor del sufragio femenino
en Francia, ella fue pionera en proponer la lucha colectiva como estrategia ante
la opresión específica de la que resultan víctimas las mujeres. A inicios del
siglo XX esta corriente de pensamiento se propagó por toda América Latina
principalmente en Argentina y posteriormente en México. [14]
En el país, los principales grupos feministas se
concentraron en el Distrito Federal, sin embargo, también en el sureste (Chiapas,
Yucatán y Tabasco) el movimiento tuvo
una buena acogida, especialmente por las mujeres de clase media.[15]
Esto pudo darse, en parte, gracias a la llegada de
Carranza al poder, de Alvarado en Yucatán y en Chiapas, del general Castro
(1914-1916) y posteriormente de Cesar Córdoba, pues ellos, reconocieron la necesidad de gobernar
conjuntamente, tomando siempre en cuenta la presencia y la voz de las mujeres. Algunas
autoras como Laura Orellana señalan que Hermila Galindo fue el principal
personaje que influyó en Carranza y en Alvarado para que estos dos congresos feministas
se llevaran a cabo[16].
La diversidad de los orígenes de las mujeres hizo que se
separaran sus enfoques de acuerdo a sus intereses y a sus necesidades, desembocando
en un “feminismo burgués” y un “feminismo obrero”. Para algunas mujeres y
hombres la lucha por el sufragio no representaba el principal interés para el
mejoramiento de sus condiciones de vida; además algunas consideraban que esto
resultaba incompatible con el rol doméstico que la mayoría asumía como propio. En 1908, en Inglaterra, se crearon las Ligas
Antisufragistas Femenina y Masculina, en este contexto, el debate por el
sufragio femenino fue un tema de importancia tratado durante los congresos que se efectuaron en 1916, en
Yucatán.
Este Primer Congreso se llevó a cabo poco antes de la
promulgación de la constitución de 1917, al cual convocó el gobernador del
estado de Yucatán: el general Salvador Alvarado, el 28 de octubre de 1915, la
presidenta de la comisión a cargo de su organización fue Consuelo Zavala. Los
temas tratados se relacionaron con el debate acerca del rol de la mujer ligado
a patrones religiosos, así como la libertad e independencia que exigían como
derechos.
Alvarado promulgó varios decretos que coadyuvaron a
equilibrar la condición social de las mujeres, entre estas legislaciones
destacan: la Ley de la Igualdad Jurídica con los hombres, la cual bajo la edad
legal de las mujeres de 30 a 21 años, igualándola con la de los varones, la Ley
de la Libertad de las Trabajadoras Domésticas, la cual establecía el salario
mínimo y horas de jornada máxima, también intentó liberar de la explotación
sexual a las trabajadoras sexuales para lo cual dispuso un sistema de salud,
con doctores que revisaban periódicamente a las mujeres[17].
Especial mención merecía el tema de la emancipación, pues
reconocían que en el reciente contexto, en el que la Revolución
Constitucionalista les había otorgado el reconocimiento del divorcio absoluto, debían
tener nuevas posibilidades para garantizar el sustento de ellas y de su
familia. Consuelo Zavala el 10
de diciembre de 1916, en el marco del Congreso, describe lo que para ella significa el
feminismo: “... para mí,
el feminismo significa mujeres fuertes, con educación, iguales al hombre en inteligencia,
con el cual podrán formar reuniones en el mismo plano de igualdad moral e
intelectual.””[18]
El congreso de
Yucatán fue el segundo de América Latina, el primero tuvo lugar en Buenos Aires,
Argentina, en mayo de 1913, a partir de éste surgió el llamado Congreso
Feminista Panamericano, al cual asistió la maestra Fidelia Brindis, como representante
del estado de Chiapas. Fidelia fue una luchadora activa que peleó por los
derechos políticos de la mujer y por los derechos femeninos desde el magisterio.
Desgraciadamente, no se conserva ningún vestigio de su participación en el
congreso; destaca la participación de Susana Betancourt, feminista yucateca que
abogó por que existiera un mismo discurso para regir la moral sexual entre los
sexos, y no una política de doble moral que sometía a la mujer al dominio del hombre[19].
Hermila Galindo,
mujer destacada en el feminismo constitucionalista, fue invitada al Primer Congreso
Feminista de Yucatán, pero no pudo asistir al evento, sin embargo envío su
discurso, el cual fue leído por Cesar A. González, y estaba titulado como ”La
mujer del porvenir”, fue sumamente polémico pues abordaba el tema del instinto
sexual femenino. Desató tal revuelo que una de las propuestas fue destruir el
discurso y dividió claramente a las congresistas en tres grupos: conservadoras,
moderadas y liberales.
Fue difícil llegar a acuerdos en todos los puntos que se
trataron, incluso en cuanto a la educación profesional, ya que algunas mujeres
consideran que era el mejor medio para llegar a la emancipación y otras
abogaron por una educación más tradicional que reforzara antiguos modelos y la
cual no era laica. En general permeó una visión tradicionalista que había
estado de acuerdo con el modelo imperante y que no veía con bueno ojos el
“radicalismo”, por ejemplo cuando se mencionó el derecho que tienen las mujeres
no sólo de ejercer su voto sino también de poder votar y ser votadas.
En el segundo congreso fue llevado a cabo también en 1916
y en Mérida Yucatán, los grupos “radicales” lograron posicionarse mejor que en
el primero, sin embargo el tema más polémico siguió siendo la incorporación de
la mujer como sujeto activo por medio del voto.
En el mismo año, en 1916, Hermila Galindo presentó la
demanda del sufragio femenino ante el Congreso Constituyente, sin embargo a
pesar de que la propuesta obtuvo como respuesta una negativa, la constitución
de 1917 sentó muchas de las bases de los derechos femeninos, por lo menos en
cuanto al ámbito en que en ese entonces se le “permitía” desarrollarse: la
familia. Destaca especialmente el reconocimiento del divorcio y de la igualdad
de decisiones e injerencia en la vida familiar entre mujeres y hombres.
Cabe decir que este papel “permitido” no es cuestionado
por el feminismo de la época, ya que como lo resume Gabriela Cano: “La incorporación de las
mujeres a la esfera pública defendida por Galindo, no conlleva, como nunca lo
hace el feminismo liberal, una crítica a la división sexual del trabajo, ni al
lugar de la mujer en la familia como madre y responsable de la vida domestica” [20]
Además de los ya mencionados congresos tuvieron lugar: la
fundación del Consejo Feminista Mexicano en 1919, el Consejo Nacional de
Mujeres, el cual se formó el 10 de agosto de 1919, el Congreso Liga de Mujeres
Ibéricas e Hispanoamericanas en 1925, tres ediciones de Congresos Nacionales de
Obreras y Campesinas en 1931, 1933 y 1934 respectivamente y el congreso sobre
prostitución, en 1934, a partir de 1935 fue el Frente Único Pro- Derechos de
las Mujeres la organización que concentró en su mayoría las actividades
políticas de las feministas.
Estas organizaciones se formaron en su mayoría por
mujeres diversas, que habían participado en la revolución y deseaban continuar
con la lucha por sus derechos y su bienestar. Algunas habían militado en el
magonismo, otras venían de corrientes socialistas o anarquistas y algunas se
identificaban con las sufragistas que habían formulado demandas por el amor
libre y el derecho al control de la natalidad. [21]
Algunos de los logros de estas organizaciones feministas,
por ejemplo del Consejo Feminista Mexicano, fueron tangibles para muchas
mujeres, por ejemplo por medio de la formación de la Casa del Niño de la
trabajadoras, la creación de una Escuela nocturna en Tacubaya para trabajadoras,
un taller de alta costura y una academia comercial gratuita y otra escuela en
Ixtacalco. [22]
Ellas enarbolaron la bandera de un feminismo igualitario que les permitiera
mejorar la condición de los obreros en general, fue también un “feminismo rojo”
que abogaba por la igualdad de clases sociales.
En este decenio en general y no sólo desde las luchas
feministas, fue singularmente explosiva la formación de organizaciones,
sindicatos, partidos y ligas de trabajadores, algunas de ellas independientes y
otras respaldadas por el soporte del nuevo Estado. En 1921 se fundó el
Partido Comunista Mexicano y el Partido
Nacional Agrario, muchas mujeres que participaron en la vida política de México
también fueron miembros activos del PCM y de alguna manera, vincularon sus
luchas colectivas a éste.
A pesar de no haber sido reconocidas por la constitución
como sujetos políticos, algunas de ellas se convirtieron en las primeras en
jugar por oposiciones locales, pues argumentaron que legalmente si bien no se
les reconocía tampoco se les prohibía explícitamente este derecho, fueron un
parteaguas en la conciencia del país, ya que llevaron el debate de lo teórico a
lo práctico y consiguieron el apoyo de muchas mujeres pero también de muchos
hombres en sus candidaturas.
La participación femenina en Yucatán entre 1922 y 1924
fue especialmente activa, ya que hubo mujeres del Partido Socialista del
Sureste, ocupando diputaciones locales. En 1918 Hermila Galindo lanzó su
candidatura, en 1926 lo hizo Elvia Carrillo Puerto y en 1937 lo hizo Refugio
García, todas ellas tenían una sólida formación, desde el liberalismo
constitucionalista, el socialismo y el comunismo, respectivamente. Aunque sus
logros y reconocimientos políticos en la época fueron invisilizados y se les
negó el reconocimiento de su triunfo,
sin duda, fueron inspiración para muchas mujeres que se atrevieron a romper
esquemas dentro de su vida privada y pública.
En 1922 se invitó a las mujeres del Consejo Feminista
Mexicano, que había tenido relación desde 1919, con la formación del Partido
Comunista Mexicano, y que tenía una clara línea de izquierda, a que
participaran en un Congreso en Baltimore. Las mujeres norteamericanas, que
habían obtenido el derecho al reconocimiento del voto femenino desde 1919,
buscaban extender redes políticas a lo largo de todo el continente, en este
sentido, el 26 de abril de ese mismo año, se formó la Asociación Panamericana
para la Elevación de las Mujeres.
En mayo de 1923 se llevó a cabo el Primer Congreso
Feminista de la Liga Panamericana de Mujeres, a este asistieron representantes
de casi todos los estados de la República, así como de Cuba, los Estados Unidos
y de organismos internacionales. Algunos de los puntos más interesantes que se
discutieron fueron: el control de la natalidad, la necesidad de brindar
educación sexual en las escuelas, las cuales además se proponían como mixtas.
La delegación de Yucatán incluso, se manifestó en contra del matrimonio por considerarlo
esclavitud legal, y se pronunciaban a favor de las uniones libres de ataduras,
esto generó una gran polémica e incluso llegaron a amenazarlas con limitar su
derecho de palabra en el Congreso.[23]
Otro ámbito en el cual destacaron las mujeres, fue como
directoras, editoras y colaboradoras de revistas y periódicos de izquierda.
Entre ellas podemos nuevamente mencionar como pionera a Hermila Galindo Acosta,
quien también publicó en la revista La mujer Moderna (1915-1919) que ella
misma editaba, ella nació en Durango, se desempeñó como maestra y se dice que
era una buena oradora, la mayoría de los artículos que sacaban eran escritos
por ella misma y/o por Salomé Carranza. Sus ideas promovieron: la emancipación
de la mujer, el acceso a la educación y el anticlericalismo.
Tras el triunfo de la revolución, en 1926, es María Ríos
Cárdenas quien continuó con la publicación de la revista a su cargo. Cabe
mencionar también a las tres primeras reporteras reconocidas de forma oficial,
ellas son: Esperanza Velázquez Bringas, Elvira Vargas y Magdalena Mondragón[24].
Otras revistas feministas importantes de la época que podemos encontrar son: El Álbum de la Mujer, Violetas de Anáhuac, y Mujer, las cuales promulgaron la
emancipación de la mujer, aunque sin
hacer tanto énfasis político y respetando el rol tradicional de la mujer ligado
al cuidado del hogar, realzándolo y dando énfasis en su papel ligado a la
educación de los hijos.
En 1922 Elvia Carrillo Puerto propuso nuevamente la
iniciativa de ley ante el Congreso, que “concedía” el sufragio a las mujeres, y
en 1923 Elvia propuso a tres candidatas para las diputaciones locales. Rosa Torres fue la primera
mujer en tener un puesto público, al convertirse en Concejal de Mérida, en ese
mismo año.
En San Luis Potosí entre 1924 y 1925 se otorgaron
derechos políticos a las mujeres con la condición de que supieran leer y escribir.
En Chiapas, el 11 de mayo de 1925, César Córdoba, gobernador interino, miembro
del Partido Socialista Chiapaneco, reconoció el voto femenino para las elecciones
municipales y estatales.
Jiménez Domínguez propone que hay un segundo momento en
el feminismo del sureste, el cual se ve marcado por el anticlericalismo y está muy
ligado a los gobiernos de Victórico Grajales en Chiapas y de Tomás Garrido
Canabal en Tabasco, estas demandas de índole político hicieron que mantuvieran
una cercanía con el Partido Nacional Revolucionario. En este contexto se
crearon: El Bloque de Mujeres de Acción Revolucionaria y el Partido Feminista
Tabasqueño, que principalmente tenían una labor politizadora en contra de la
iglesia católica, que representaba a una de las instituciones que más había
legitimizado la violencia contra la mujer, al machismo y que justificaba el
papel de subordinación en el que las mujeres debían permanecer.
La lucha por el sufragio
femenino es un claro ejemplo de los intentos por entrar en el entorno visible
de lo político, así como la participación en los movimientos sindicalistas y
las luchas por los derechos laborales. Sin embargo, el tema del sufragio fue perdiendo interés y
no fue sino hasta 1947 cuando el derecho al sufragio femenino se reconoció de
forma parcial, al legalizarse su participación como electoras y candidatas en
los procesos de elección municipal[25]
y hasta 1953 cuando se reformó la
constitución, durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, cuando se reconoció a
la mujer como sujeto con plenos derechos políticos.
Si bien este reconocimiento se dio de forma tardía en
México, cuando ya se había dado esta apertura del sufragio en varios países, la
lucha de las mujeres mexicanas había comenzado casi cincuenta años atrás y es
necesario reconocerlas como tal, como pioneras en la reflexión y lucha por
nuestros derechos.
Consideraciones
finales
Reconocer a la historia como un puente que vincula lo cotidiano,
lo familiar, lo político y lo público, es necesario para aspirar, no sólo a la
liberación femenina, sino también a la de la humanidad, pues implica el
reconocimiento de esas historias otras,
de esas historias negadas, de las
minorías, que se borran, excluyen e invisibilizan en el discurso homogeneizante
de la historia oficial.
Desde la visión de Michael Foucault esta historia de
bronce que centra a una “élite” como centro de todo cambio histórico, carece de
lógica, pues él propone entender la construcción del poder desde lo personal, plantea que las relaciones de micropoder que
tejemos día a día, nos sitúan a todos como sujetos políticos activos y como
sujetos históricos de cambio. Postula el entendimiento de la política y del
poder como una cadena en la cual nadie permanece pasivo: “el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo,
se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida
cotidiana”.[26]
Esto se relaciona de forma intrínseca con la
propuesta del feminismo actual la cual reconoce que “lo personal es político, lo político es personal”, por ello, nos corresponde a las nuevas generaciones de historiadoras e
historiadores, visibilizar estos procesos de lucha que no son aún completamente
reconocidos e incorporarlos a una visión más completa e integral de Historia.
Por ello intenté en este
trabajo recopilar, a través de un análisis historiográfico, una pequeña parte
de las innumerables luchas de las mujeres por el reconocimiento de la equidad
de géneros, que continúa vigente hasta hoy en día y que no debe entenderse como
una lucha de sexos, o entre sexos, sino que ejemplifica, las complejas
relaciones de poder que se entretejen en nuestra vinculación social, pues estos
procesos “feministas” involucran a mujeres y a hombres, así como en la no
aceptación de estos procesos, también jugaron un papel importante las mujeres
conservadoras y no sólo los “hombres del poder”.
Creo que el estudio de esta
perspectiva que sitúa al otro como
centro, y como sujeto histórico, nos ofrece posibilidades muy amplias que
permitirán visibilizar no solamente a las mujeres, sino a todos aquellos
individuos que no se reconocen como “mujeres” ni como “hombres”, toda la
comunidad lesbiana, gay, travesti, transexual, queer y bisexual… cuyas luchas
por el reconocimiento de sus derechos permanecen invisibilizadas hasta ahora. Por
eso, creo que la invitación es amplia y
nos atañe especialmente para seguir reconstruyendo y dando difusión a estos
fragmentos de una nueva Historia que sí
reconozca la pluralidad.
Bibliografía
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[1] García Benítez Claudia, Las mujeres en la historia de la prensa. Una mirada a cinco siglos de
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México, 2012 p. 78
[2] Ver más en ibíd. p. 81
[3] Rocha
Islas Martha Eva “Feminismo y revolución” en Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010,
Espinosa Damián Gisela y Ana Lau Jaiven (coordinadoras) ITACA, ECOSUR, UAM
Xochimilco, México 2013. p. 25
[4] Tirado Villegas Gloria A. Rebeldes o revolucionarias. Las mujeres en la
ciudad de Puebla en Revolucionarias
fueron todas Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2013 p. 35
[5] Lau Jaiven Ana, “Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte” en Un
fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010, Espinosa Damián Gisela y Ana Lau Jaiven
(coordinadoras) ITACA, ECOSUR, UAM Xochimilco, México 2013.
[7] Sin embargo, sí se conservan las actas de todos los diputados y
representantes que acudieron e incluso los motivos personales por los que ellos
no pudieron asistir al congreso, encontrado en: Sánchez Evelyne en “La incursión pionera de las mujeres en el
espacio público. su participación en la asamblea constitucional en 1856 en
México” en Revolucionarias fueron todas
p.16 “Lamentablemente, no pudimos ubicar estos documentos
en los fondos archivísticos, si es que se han conservado, y por lo tanto
desconocemos los nombres y apellidos de estas mujeres pioneras en el ámbito
político”
[8] Tirado Villegas Gloria
A. Rebeldes o revolucionarias. Las
mujeres en la ciudad de Puebla en Revolucionarias
fueron todas Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2013 p. 35
[11] Rivera Gómez Elva, “La
revolución silenciosa de las mujeres. Primer Congreso Feminista en el México
del Siglo XX” en Revolucionarias fueron
todas, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2013 p.155
[13] Nash,
Mary, 2004, p. 64 mencionado en Rivera
Gómez Elva, “La revolución silenciosa de las mujeres. Primer Congreso Feminista
en el México del Siglo XX” en
Revolucionarias fueron todas, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
México, 2013 p.156
[15] Jiménez Domínguez Tatiana “La violencia domestica en Chiapas:
discursos periodísticos y legales en época de cambios 11930-1940/ CONECULTA, México
2011.
[16] Rocha
Islas Martha Eva “Feminismo y revolución” en Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010,
Espinosa Damián Gisela y Ana Lau Jaiven (coordinadoras) ITACA, ECOSUR, UAM
Xochimilco, México 2013. p. 44
[19] Jiménez Domínguez Tatiana “La violencia domestica en Chiapas:
discursos periodísticos y legales en época de cambios 11930-1940/ CONECULTA,
México 2011. p. 58
[20] Cano, Gabriela, “Revolución,
feminismo y ciudadanía en México, 1915-1940”, en Duby y M. Perrot, Historia
de las mujeres en occidente. Los grandes cambios del siglo XX la nueva mujer. T.
10. Madrid: Taurus. p. 750
[21] LAU Jaiven Ana,
“Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte” en Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010, Espinosa Damián Gisela y Ana
Lau Jaiven (coordinadoras) ITACA, ECOSUR, UAM Xochimilco, México 2013. p. 64
[22] ibid p. 66
[23] ibid. p. 78
[24] GARCÍA Benítez Claudia, Las mujeres en la historia de la prensa. Una mirada a cinco siglos de
participación femenina en México, Documentación y Estudios de Mujeres A. C.
México, 2012, p. 95
[25] Cano, Gabriela, “Revolución,
feminismo y ciudadanía en México, 1915-1940”, en Duby y M. Perrot, Historia
de las mujeres en occidente. Los grandes cambios del siglo XX la nueva mujer. T.
10. Madrid: Taurus. p. 762
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